El nivel del mar en la Península Ibérica, Canarias y Baleares ha subido 2,8 milímetros cada año desde 1993, lo que supone un aumento de casi el doble respecto a la media entre 1948 y 2019. Así se desprende de un trabajo liderado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), en colaboración con el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) y publicado en la revista ‘Geosciences’.
El estudio analiza series mensuales de nivel del mar en diferentes puertos alrededor de las costas atlánticas y mediterráneas de la Península Ibérica, así como de los archipiélagos canario y balear, a través de datos procedentes de mareógrafos que se remontan a principios de la década de 1940, así como datos de altimetría procedentes de satélites desde 1993.
El análisis de estas series temporales muestra que el nivel del mar aumentó a un ritmo de 1,6 milímetros por año desde 1948 hasta 2019 mientras que desde 1993 el ritmo al que se incrementa el nivel del mar es de 2,8 milímetros, casi el doble.
“La aceleración de la velocidad a la que sube el nivel del mar refleja que la amenaza actual que representa el cambio climático, lejos de estar en vías de solución, se está agravando”, explica Manuel Vargas, físico del Centro Oceanográfico de Málaga del IEO-CSIC y autor del trabajo.
CAUSAS
Además, el equipo científico ha analizado la contribución de distintos factores a este ascenso del nivel del mar. En todas las regiones analizadas, una parte de ese incremento se debe al calentamiento de las aguas, lo que produce su expansión térmica y el consiguiente aumento de su volumen. Esta contribución la han cuantificado en cerca de 0,8 milímetros por año.
Sin embargo, el factor más importante es el aumento de la masa de agua, presumiblemente originado en la fusión de los hielos de Groenlandia y la Antártida, un factor que habría contribuido al ascenso de 1,4 milímetros al año aproximadamente.
“Para países como el nuestro, con una gran extensión de costa, esta subida del mar tendrá efectos graves, como el retroceso de la línea de costa y pérdida de playas, o el mayor impacto de los temporales sobre las construcciones e infraestructuras costeras”, apunta Vargas.
Este científico concluye: “Este estudio pone de relieve la necesidad de mantener sistemas de vigilancia y monitorización de nuestros mares para conocer exactamente los cambios que se están produciendo en ellos”.
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