Como dijera Juan Goytisolo cuando España le concedió el Nobel de las letras hispánicas, yo también me he sentido desdoblado ante el discurso de aceptación del mexicano Fernando del Paso, del Premio Cervantes.
Las palabras, las ideas y los sentimientos que el mejor prosista mexicano de todos los tiempos expresó emocionadamente en su discurso de aceptación, fueron un manantial de agua cristalina y refrescante que hace muchos años que nadie se atrevía a pronunciar en el suelo patrio, en la tierra que nos vio nacer y de la que todos deberíamos sentirnos orgullosos por tener la fortuna de haber visto por vez primera la luz en ella.
Fíjense que orgullo contienen estas palabras con las que Fernando del Paso, se refería a sus orígenes:
- “Me cuentan que lloré un poco y ¡Oh, maravilla! lloré en castellano: y es que desde hace 81 años y 22 días, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me río, incluso a carcajadas, me río en castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: también hablo, leo y escribo en castellano”.
¿Por qué decía que me sentía desdoblado? Pues porque frente a estos hermosos sentimientos de alguien que dice:
- "El español nos fue impuesto a sangre y fuego, hoy es tan nuestro como de los españoles".
aquí, en la cuna del castellano, hay españoles que lo prohíben, lo tienen proscrito y prefieren el chino mandarín o el tagalo, al hermoso idioma de Cervantes. Por eso siento una profunda vergüenza por aquellos de mis compatriotas que no saben ni quienes son, ni lo que quieren, ni a donde van, y mis sentimientos se desdoblan cuando veo, que aquellos a quienes hace quinientos años transmitimos una cultura y un nuevo modo de concebir la existencia, sienten nuestro idioma con el amor con el que relató en su discurso Fernando del Paso:
- “Recuerdo —nos dice el laureado escritor mexicano— que hace algunos años en una universidad francesa, cuando comencé a dar una lista de los escritores que según yo me habían influido, una persona del público señaló que yo no había mencionado a ningún escritor español y me dijo que cómo era posible. Yo le contesté: los españoles no me han influido, a los españoles los traigo en la sangre”.
En un abrazo de sangre nos fundimos con ellos y por eso son capaces de defender el idioma del Quijote, como no lo hacen sobre todo aquellos Sancho Panza, que desde el poder, se dedican a destrozar el idioma inventando formas esperpénticas de expresarse; de todos aquellos españoles que viviendo en otras latitudes, cuando vienen a España dicen que son meros visitantes; de todos aquellos a los que España les otorga los máximos reconocimientos a su trayectoria personal o profesional y casi hay que agradecerles que se dignen aceptarlos, aunque no tienen el menor rubor de embolsarse la generosa dotación económica de que van acompañados; de todos aquellos que en vez de enorgullecerse de haber nacido en un país con la historia y la gloria que tiene España, prefieren decir que se sienten ciudadanos de la ínsula barataria. Menos mal, que frente al desarraigo de quienes así obran y se manifiestan, está el vínculo de aquellos que se sienten indisolublemente unidos a España y todo lo español, de personas como el reciente Premio Cervantes quien manifestó:
- “Tan mal he estado en los últimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: “pero hombre, ¿así va usted a ir a España?” y yo le contesté: “yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.
Y como lo que el corazón siente, el alma lo manifiesta, luciendo con orgullo su corbata con los colores de la bandera de España, la amarilla y gualda que implantase Carlos III, finalmente el laureado escritor mexicano, se despidió con estas sentidas palabras:
- “Vine y estoy aquí hoy, 23 de abril de 2016, en el que se conmemora el aniversario número 400 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, discurso en ristre y con los colores de España en el pecho, muy cerca del corazón. Agradezco también profundamente a la Providencia, a la casualidad o a la causalidad el haberme hecho súbdito de la lengua castellana, a mi país México y a mis padres por haberme dado este lenguaje y sobre todo, gracias a ti, España, mil gracias.
Por cierto, también sueño en español.
Vale”.
El que quiera entender que entienda y tome nota de la lección de respeto, amor y dignidad que encierran las palabras y el comportamiento del Paso a su paso por España.
Ante la creciente degradación, que desde hace décadas, han venido sufriendo los valores en los que se sustentaba la sociedad que un día fuimos, predije que habría de llegar el día en el que aquello que hicimos los españoles en tiempos pasados, habrían de hacerlo con nosotros.
Y ese día ha llegado.
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