Thomas Sowell, afroamericano y liberal (desde el punto de vista europeo) fue (aunque creo que sigue vivo a sus más de noventa años) un brillante economista, que nos dejó bastantes perlas en forma de juicios atinados. Una de ellas: “Lo que es ominoso es la facilidad con la que algunas personas pasan de decir que algo no les gusta a decir que el gobierno debería prohibirlo. Cuando uno sigue ese camino, no espere que la libertad sobreviva mucho tiempo”. Se atribuye, por otra parte, a Jardiel Poncela la definición de Dictadura como “sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio”; enunciación que asimismo solía aplicarse al comunismo.
Sea como sea, prohibiciones y tabúes han nutrido el devenir de las sociedades humanas; han ayudado a conformar, hasta el presente, nuestro hábitat social humano. No cabe duda de que la vida social impone limitaciones y que la represión de ciertos instintos forma parte de la educación y domesticación de los niños casi desde su etapa lactante. Pero las interdicciones de todo tiempo y lugar no han tenido como única función la cohesión comunitaria, sino que han sido el origen, resultado y naturaleza del Poder en sus distintas manifestaciones. Cada período histórico tiene las suyas, consentidas por la mayoría, que asume, siguiendo a Gramsci, el sentido común dominante. O sea, que no todo es imposición y funcionan otros mecanismos más sutiles.
Al margen de todo ello, esas personas a las que alude Sowel, es decir, los liberticidas o amantes de la prohibición, dispuestos para someterse a todo tipo de restricciones en aras de un supuesto bien común, parecen crecer en número. Igual es solo una impresión de quien suscribe pero, sean muchos o pocos, esa porción de ciudadanos existe en magnitud suficiente para crear tendencia. ¿Por qué esa idiosincrasia? Sospecho que, a esos prójimos, no les place la realidad; y quienes huyen de la misma, desean que alguien, tal vez el Leviatán estatal, les libre de tener que observarla en todo momento y lugar. No es algo baladí; el cansancio respecto al entorno puede tener mucha influencia.
En otro orden de cosas, los autores intelectuales del retroceso de nuestras libertades tal vez no piensen eso, ni escapen de la realidad, pues más bien imponen la suya, que coincide con sus intereses, y, por debajo de ellos, quieren que la masa de ciudadanos, en tránsito a súbditos, tema al libre albedrío. Así entiendo yo la frase transcrita más arriba.
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