Hace un tiempo, que muchos parecen haber olvidado que en la última sesión del juicio contra los políticos catalanes independentistas Jordi Cuixart dijo “lo volveremos a hacer”, pero quienes realmente lo han vuelto a hacer han sido aquellos que se llaman “constitucionalistas”, adjetivo donde, unos y otros, encuentran cobijo donde darse la mano en defensa de las esencias patrias.
Jordi Cuixart ahora está en Suiza al frente de su negocio empresarial, Jordi Sánchez, el otro líder social de aquellos días donde muchos nos dejamos engatusar por los cantos de sirena que nos decían que la república y la independencia estaban a la vuelta de la esquina, ha desaparecido de la política, apartado por el torrente Borràs, después de tener cargo al frente de los ex convergentes de Junts.
La consigna de “lo volveremos a hacer” ha quedado aparcada mientras los partidos independentistas han entrado en una guerra fratricida agitada por los gritos en Twitter de cuatro hooligans que siguen vendiendo al personal los unicornios de una República catalana independiente que, según ellos, ya está al alcance y sólo falta que ansiosamente la deseemos para conseguirla. La realidad es que somos muchos los que no hemos perdido la fe en una futura Catalunya republicana, pero tenemos claro que, por ahora, España nunca lo va a consentir.
"Ellos", siempre hay unos "ellos", decía el maestro Joan Fuster, son los que en Barcelona han unido sus votos y "han vuelto a hacerlo". Por tercera vez unas elecciones municipales en la capital de Catalunya han llevado a la poltrona de la alcaldía a quien, directa o indirectamente, se ha aprovechado de circunstancias ajenas a las urnas. En 2015 el Deep State español removió, una vez más, las putrefactas cloacas estatales, ya saben, el reino de Villarejo y, en aquel momento, de Fernández Díaz, contaron con la complicidad de la prensa amiga para esparcir una new fake denunciando que Trias tenía dinero en un paraíso fiscal. Así es cómo Colau llegó a la alcaldía.
Cuatro años después las elecciones las ganó Ernest Maragall, a quien también cerraron las puertas de la alcaldía Collboni y Manuel Valls, éste un “infiltrado” pagado por un grupo de empresarios catalanes que no querían un independentista al frente del Ayuntamiento de Barcelona. Y Colau aceptó las trampas.
Estas elecciones municipales las ha ganado Xavier Trias, de Junts, aunque intentaba esconder el nombre del partido. Pero desde Madrid una oscura maniobra urdida en los despachos de las calles Génova y Ferraz ha ofrendo, con la aquiescencia de los Comunes y el PP, la vara de alcalde a Collboni, que, desde la noche del 28-M al saber que no era el más votado ha estado tramando maniobras para dejar a Trias sin ella. Primero ofreció al exconvergente repartirse la alcaldía, después intentó convencer a Maragall y, finalmente, vía Madrid, ha obtenido el voto de Colau y los suyos y el del PP.
Aquí nadie da nada por nada. En política reina el “Do ut des”, te doy porque tú me des. A las pocas horas de la defenestración de Trias por las fuerzas "constitucionalistas" hemos sabido que Collboni mantendrá los puestos de trabajo en el ayuntamiento de los "colocados" por Colau y que, seguramente, después del 23-J algunos de la lista colauista entrarán en el Gobierno municipal, tal vez, incluso, la propia Colau. El PP se muestra ofendido y traicionado ante esta posibilidad, pero ahora puede presumir, como ya ha hecho Feijóo, de haber votado a Collboni para salvar a España, el propio Fernández Díaz, ya lo ha dicho “antes roja que rota”, aunque el rojo de Collboni sea desteñido. Quedó claro que el Gobierno de Madrid, sea azul o más rosa que rojo, nunca permitirá que Barcelona tenga un alcalde con una tendencia independentista, aunque sea mínima.
Ante el espectáculo que unos y otros están ofreciendo solos me queda gritar fuerte, como hizo Trias, “Que us bombin” e ir a votar con la nariz tapada. Ha quedado claro que, desde Madrid, derecha e izquierda siempre urdirán un contubernio para impedir que Barcelona tenga un alcalde independentista, aunque, como Trias, sea lo que algunos llaman "una persona de orden" más convergente que independentista. En este caso PSC, COMUNS Y PP han tenido una conducta vituperable, al menos esa es la definición que de "contubernio" nos da la Real Academia Española.
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