Al paraíso donde disfruto el verano, llegan los modos y las modas con cierto retraso. La costa oriental de Málaga sigue anclada en el pasado en muchos aspectos. Les pasa como a algunos políticos montaraces que siguen aferrados a sus “rojeríos” o “facheríos” como si estuviésemos a mediados del siglo XX.” Las puñeteras dos Españas. En mi zona de influencia, la discriminación es menos traumática. Llevo pasando muchos veranos en la Torre de Benagalbón. Es más, pretendo vivir todo el año aquí en cuanto me dejen. Cada mañana me reúno con un grupo de mayores para echar una partida de dominó mientras nos bebemos una botellita de agua. A cada momento se inicia un debate. La pareja ganadora se ufana de lo bien que lo ha hecho y la perdedora inicia una fuerte controversia sobre lo mal que han jugado las fichas. Las voces se escuchan en varios kilómetros a la redonda, pero la sangre nunca llega al río. Curiosamente se procura no abordar el tema político. Se trata de personas que llevan muchos años conviviendo y pretenden seguir haciéndolo sin demasiados problemas. Como mucho toman opción por el Barcelona o el Madrid. Los políticos profesionales parece que han perdido el sentido común. Convierten los debates en contraposición de monólogos. Esperan su turno sin escuchar a los demás y hacen sus propuestas sin esperanza de debatirlas. Los sufridos espectadores perdemos el tiempo y la paciencia y acabamos viendo una serie turca. La buena noticia se basa en la esperanza en que, durante unos cuantos meses, en cuanto pasen las elecciones, nos van a suprimir las arengas y menguaran los insultos y las descalificaciones de todo tipo. Los ganadores presumirán de su partida ganada y de haberle ahorcado el seis doble al rival político y los perdedores le echarán la culpa a la prensa y a los votantes que no sabemos votar. Ya queda menos. En un par de semanas dejaran de prometer e intentarán cumplir alguna de las promesas. Si no, no nos habrán mentido, sino cambiado de opinión.
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