La Escalinata Antequera de Asunción, al decir de Ricardo de la Vega "amparo de estudiantes raboneros, amores clandestinos, vendedores ambulantes, travestis, poetas desempleados" , es desde hace unos meses, un nuevo ámbito del ajedrez. Kaissa está a sus anchas por esas blancas paredes, bajo los árboles y en medio del silencio que impone la reflexión ajedrecística.
Las autoridades de la municipalidad de Asunción, lograron impulsar un proyecto barrial de amplias miras: que la gente razone. Y, como dijo, Emmanuel Lasker, aquel legendario campeón mundial que desarrolló teorías sociológicas basadas en el ajedrez: “que mientras juegue, no tenga malos pensamientos”. Y como lo expresa un poeta del ajedrez: el juego permite la cordial convivencia entre jóvenes y viejos, ricos y pobres, sin hacer diferencias políticas, religiosas y mucho menos literarias: el ajedrez solo busca la belleza, y, al igual que la música, produce un placer inefable.
Los más potentes y temibles campeones han marcado territorio en el espacio, y también se dejaron caer los “niños terribles” de la academia Bobby Fischer; nosotros los aficionados al placer de jugar de manera amateur, también participamos.
Y así la Escalinata se vistió con otras ropas para recibir a personalidades de otros ámbitos.
La semana pasada con el maestro Francisco Ocheli, el escribano Juan José Benítez Rickmann, Adalberto Mongelós y otros amigos ajedrecistas, no nos resistimos a la tentación de inaugurar el tablero gigante de la explanada, y bajo el abrasador sol del mediodía, surgió una partida con piezas gigantes en la que nos sentimos volver a nuestra despreocupada infancia.
Uno de los concurrentes acababa de llegar desde Londres, pero no pudo sustraerse al magnetismo de las piezas blancas y negras y llegó a la cita directamente desde el aeropuerto.
Tal es la pasión que el juego ciencia puede llegar a despertar, constatamos con asombro.
La puesta en valor de la Escalinata Antequera, erigida en 1928 por el único arquitecto que llegó a intendente de la capital paraguaya ( Alfaro) , fue un trabajo minucioso e inmejorable de un equipo dirigido por el arquitecto Justo Martínez.
En permanente consulta con el vecindario, la monumental escalinata inspirada en la bella plaza España de Roma, recuperó su antiguo esplendor.
Se restauró el piso original, en parte con réplicas idénticas, se entubaron cables antiestéticos que la cruzaban por encima, se hizo un gran trabajo de pintura y jardinería.
Desde lo alto de las escaleras, la Victoria alada, la diosa griega Niké, volvió a sonreír a la capital conocida como madre de ciudades, de donde partieron expediciones para fundar Santa Cruz y Buenos Aires.
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