Efectivos nigerianos, de la Misión de Mantenimiento de la Paz de la ONU (Minusma) patrullan en la región de Mánaka, en Malí, interponiéndose entre grupos rebeldes y el ejército regular. Esa fuerza comenzó a retirarse del país a pedido del gobierno maliense. Imagen: Harandane Dicko / Minusma
La fuerza militar de la Misión de las Naciones Unidas en Malí (Minusma) se retira en medio de peligros de ese país del occidente africano donde ha permanecido durante 10 años, declaró este lunes 28 ante el Consejo de Seguridad el enviado especial de la organización, El-Ghassim Wane.
El diplomático mauritano dijo que el plan “prevé la retirada y repatriación del personal, equipos y materiales desplegados en las zonas de operación” contra grupos sindicados de desestabilización, separatismo y terrorismo, pero “cerrar en seis meses una misión construida a lo largo de una década es una tarea compleja y ambiciosa”.
Concretamente, implica repatriar a 12 947 efectivos uniformados, separar 1786 miembros del personal civil, la repatriación o reubicación de un envío de 5500 contenedores marítimos de equipo propiedad de la ONU, y de unos 4000 vehículos.
Asimismo, cierre y entrega de 12 campos y una base operativa temporal a las autoridades civiles malienses.
“La tarea se vuelve aún más difícil debido a una multitud de otras limitaciones relacionadas con la geografía, el clima, la logística y la infraestructura. Se suman los graves riesgos relacionados con la situación de seguridad”, afirmó Wane.
La Minusma fue establecida inicialmente por el Consejo de Seguridad en abril de 2013 para ayudar a estabilizar el país tras la rebelión de movimientos separatistas de la etnia tuareg en la mitad norte del país.
Esa rebelión buscó independizar la región de Azawad, en el desierto del Sahara –hubo rebeliones tuareg en la región desde hace un siglo- y fuerzas separatistas o autonomistas persisten agrupadas en formaciones armadas como el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (Mnla).
Los militares que gobiernan Malí –un país de 1,2 millones de kilómetros cuadrados, con extensas zonas desérticas y 23 millones de habitantes- desde 2021, tras sucesivos golpes de Estado, exigieron hace meses el retiro de la Minusma.
El gobernó maliense consideró inapropiada la ayuda de las fuerzas de la ONU, sobre todo a raíz del choque entre el ejército de Malí, con apoyo del grupo privado ruso Wagner, y rebeldes yijadistas (de milicias islamistas asociadas al Estado Islámico o Isis) en la central ciudad de Moura, en el centro del país.
Ese choque, en los días finales de marzo de 2022, costó la vida de más de 500 civiles, muchos de ellos detenidos y masacrados por militares apoyados por Wagner, según denuncias de organizaciones humanitarias como Human Rights Watch.
Tras el pedido de Malí, el Consejo de Seguridad decidió, el 30 de junio, proceder al retiro, y se prevé que la operación se complete antes del 31 de diciembre de este año.
En paralelo, los gobiernos de Malí, Níger y Burkina Faso han establecido una alianza militar, en previsión de que fuerzas de la Cedeao (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) intervengan en Níger para desalojar a los uniformados que recientemente se adueñaron del poder mediante un golpe contra el gobierno civil.
La primera fase del retiro militar de la Minusma comenzó el 17 de julio y se centró en cerrar los puestos de avanzada más pequeños y remotos, de los campamentos junto a las centrales ciudades de Tombuctú, Gao y Mopti.
Luego y hasta el 25 de agosto se cerraron otras cinco bases y campamentos, también en regiones del centro del país –en los límites del desierto-, pero “han surgido dificultades en la implementación de esta primera fase del plan”, dijo Wane.
Mencionó la experiencia del cierre del campo de Ber, con un convoy de cascos azules, equipos y materiales que demoró 51 horas en recorrer 57 kilómetros hasta Tombuctú, debido a la naturaleza del terreno -agravada por la temporada de lluvias- y a la inseguridad.
Ese convoy fue atacado dos veces por elementos extremistas no identificados, hiriendo a cuatro cascos azules y dañando tres vehículos antes de llegar a destino.
Otros convoyes también han sido atacados con artefactos explosivos improvisados y por elementos extremistas, en algunos casos indemnes o con daños menores.
La siguiente fase “será extremadamente difícil. Los convoyes para evacuar personal, equipos y materiales de Tessalit, Aguelhok y Kidal a Gao, por ejemplo, tendrán que recorrer 563, 415 y 352 kilómetros, respectivamente; se necesitarán al menos 1050 camiones, el terreno es difícil y la inseguridad generalizada”, dijo Wane.
Otro caso es que “no podremos transportar más de seis contenedores diarios por barcaza en el río Níger durante los meses navegables de agosto a noviembre y la retirada de los 2000 envíos previstos desde Tombuctú a zonas de tránsito en el extranjero requerirá la identificación de rutas adicionales”, agregó.
La retirada se produce en un contexto marcado por la paralización de las estructuras de seguimiento del Acuerdo de Paz de 2015 –entre el gobierno nigerino y distintos grupos rebeldes, separatistas incluidos-, que no se reúnen desde noviembre del año pasado, y por una grave falta de confianza entre las partes.
Básicamente se trata de que el ejército quiere ocupar esas bases y campamentos con sus efectivos, lo que rechazan las fuerzas rebeldes.
Wane hizo un reconocimiento a los países que aportaron efectivos a la misión –sobre todo de África, pero también de Asia, Europa y El Salvador desde América Latina- y aseguró que “la Minusma se va de Malí, pero las Naciones Unidas, a través de sus agencias, fondos y programas, se quedan allí”.
A-E/HM - Fuente: IPS
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