Esta coproducción, dirigida por un belga, rodada en Luxemburgo y con una protagonista francesa, expone las fuertes (re)presiones familiares que sufre una joven de origen paquistaní.
La boda (Noces, Bélgica-Paquistán-Luxemburgo-France /2016) y estrenada el 21/02/2019. Guión y dirección: Stephan Streker. Elenco: Lina El Arabi, Sébastien Houbani, Babak Karimi, Olivier Gourmet y Alice de Lencquesaing. Fotografía: Grimm Vandekerckhove. Edición: Jérôme Guiot. Distribuidora: Mirada. Duración: 98 minutos. Apta para mayores de 16 años.
La historia arranca con una situación extrema (ella duda sobre si practicarse o no un aborto) y luego expondrá en toda su dimensión (y crudeza) los dilemas íntimos respecto de si aceptar las exigencias de sus padres (un casamiento arreglado con un paquistaní) o darle rienda suelta a sus deseos, su rebeldía, la búsqueda de una camino propio e independiente en compañía de una amiga fiel (Alice de Lencquesaing) o en un romance con un joven que no pertenece a su comunidad étnica (Zacharie Chasseriaud).
En sus mejores momentos, La boda escapa de la dualidad opresión-liberación, del enfrentamiento generacional entre adultos y jóvenes con personajes como el del hermano Amir (Sebastien Houbani), que en principio surge como confidente y aliado de Zahira, pero luego se va convirtiendo en cancerbero de las tradiciones y el machismo. En sus pasajes menos logrados (incluido el desenlace), el film de Streker resulta un poco obvio, previsible y maniqueo en su exploración de la intimidad de una joven dominada y sojuzgada (como tantas) por su historia, su entorno y su lugar en el mundo.
LA LIBERTAD OPRIMIDA
Zahira tiene 18 años. Su juventud le pide libertad y goce sensual. Está terminando su colegio secundario y quiere vivir su vida. Pero se le cruzan por delante dos problemas: Por un lado, queda embarazada. Por otro, sus padres pakistaníes quieren casarla bajo las normas religiosas tradicionales de su país.
La Boda luce como cine verdad, y no solo está muy bien contada sino que sus personajes son creíbles y están muy bien delineados, como si hubieran nacido de una pluma inspirada capaz de copiar la mismísima realidad de lo cotidiano. Sin duda alude a los problemas actuales que vive Europa donde corrientes migratorias de otros continentes entran sin papeles ni trabajo estable produciendo un fuerte desequilibrio en las condiciones laborales.
El film trata de una tragedia de índole familiar que planta una serie de preguntas: ¿Puede un inmigrante mantener sus tradiciones en otro país? ¿Cómo hace para educar a tus hijos? ¿Debe o puede hacerse cargo de las consecuencias no deseadas de su inmigración?
Zahira es un adolescente jaqueada por las circunstancias que le tocan vivir rodeada de un ambiente familiar cerrado por sus propios padres. Se debate en tres niveles diferentes: su edad, su religión y su adaptación a un medio cuyos padres lo viven como si fuera simplemente su lugar de trabajo. En lo relacionado con su edad, sus casi 18 años la colocan en el final de su adolescencia. Es la clásica adolescente rebelde que se está convirtiendo en mujer. De hecho, la película la presenta en el momento que comienza una consulta sobre la posibilidad de realizar un aborto dado que se encuentra embarazada. No sabe muy bien lo que quiere. Su pensamiento deambula entre sus principios religiosos y la necesidad de disfrutar una libertad de vida que solo se tiene a esa edad, donde se puede contar tanto con la casa y la comida de los padres como con la posibilidad de desaparecer un fin de semana largo en la moto de un amigo.
Su religión y su padres parecen haberle inculcado principios rígidos que la realidad de la vida parece llevarla a cuestionarlos. La duda se le presenta frecuentemente cuando los principios tambalean, particularmente cuando la presión de los padres se vuelve asfixiante. Es allí cuando ella permanentemente toma distancia sin llegar a romper lazos familiares.
El problema de Zahira es que sus padres quieren obligarla a contraer matrimonio con alguien que no conoce, en un acuerdo entre padres que coloca a los novios bajo el simple papel de contrayentes. Aquí no solo se manifiesta una cuestión de fe, sino también una reaparición de los viejos sistemas de opresión de la libertad del individuo.
Consideraciones Finales:
Esta película es un drama novelado que no termina en tragedia como Romeo y Julieta y que recupera una historia real de una jovenmigrante de origen Paquistaní que se rebela ante los cánones de un rito religioso impersonal y totalitario y que se enamora de un joven Belga, pero el reto y el desafío para esta joven es que parece secuestrada por las costumbres ancestrales de su familia que han decidido casarla con otro joven del mismo lugar y del mismo país, es la disyuntiva y el dilema de la felicidad hipotecada y reprimida que se vuelve encrucijada entre el amor libre y verdadero y el fundamentalismo islámico de inspiración religiosa que impone costumbres autóctonas y milenarias, tales como aquellas que prevalecen en varias comunidades indígenas de los pueblos originarios de América Latina y de México en las que las jóvenes son obligadas a casarse muy jóvenes sin su consentimiento y aprobación con otros jóvenes que ni si quiera conocen a cambio de una dote matrimonial como un costal de maíz, unos marranitos y/o borregos, una especie de trueque medieval como parte de sus usos y costumbres que si bien se deben respetar, ya no son vigentes en este siglo XXI y se vuelven inaplicables y caducas ante la modernidad económica, la tolerancia intercultural y el relajamiento social que impone la libertad sexual de las parejas heterosexuales del aquí y del ahora.
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