Corría el 26 de marzo de 1997 cuando escribí un copo titulado “La dama roja del PP”, en alusión a Celia Villalobos, alcaldesa de Málaga por aquellos días. Eran tiempos en que, casi convertido en cronista oficial de esta ciudad, Málaga, que todo lo acoge y todo lo silencia, recogía a tiempo y destiempo variados aspectos políticos de esta mujer que, si ella hubiese querido, daban para escribir un libro que bien pudiera haber llevado por título “La alcaldesa y el columnista”.
Existió una cierta química de amistad entre nosotros que el paso del tiempo y mi desidia por mantener relaciones, ha conseguido que, sin distanciarnos, ha pasado demasiado tiempo en que ni hablamos ni nos vemos; ella sigue con su política y yo con mis cosillas.
Tal vez alguien, tiene que ser amigo, lea estas letras y le comente que, por un día, he vuelto a las andadas; pues bien, que de paso le dé mi más cordial enhorabuena por haber ejercido de Vicepresidenta 1ª del Congreso de los Diputados, cargo que no es moco de pavo.
Celia suscita amores y odios, por eso es de las mías. Cae mal a los conservadores natos y bien a los anarcos de cualquier trinchera. Desde 1995, año en que consiguió la Alcaldía de Málaga, esta ciudad y su provincia deben a ella una buena parte de las victorias del PP. Tuvo y tiene una forma distinta de hacer campaña que, más tarde, otros copiaron; nunca le costó esfuerzo hacerse una más del pueblo, dejarse magrear por el mismo, acercar el poder a los habitantes de los barrios y tomarse un café con churros con las vecinas de La Palma y La Palmilla, barrios que eran territorios exclusivos del PSOE y del PCE.
Se le puede acusar de deslices inapropiados (lo del espinazo y lo de Manolo “el chofer”, pongamos por caso), pero allí donde había un voto por pelear , aunque fuese dando vueltas a La Noria, estaba “la dama roja del PP” dispuesta a su conquista.
Si yo hablara de todos y todas los que hablaron y comieron conmigo en aquellos tiempos para pedirme consejo sobre si debían estar más cerca del aparato del PP que de Celia “la locomotora”, se les mudaría el color de la piel; pero a todos les dije lo mismo: ella era políticamente el ejemplo a seguir.
Yo le debo un favor que nunca olvidaré, fue la primera que estampó su firma en un documento que, todavía hoy sigue durmiendo el sueño de la injusticia, intentaba un reconocimiento oficial a mi persona; gracias por el detalle y mi más cordial enhorabuena a la que todavía es hoy un activo político.
En estos momentos se cuestiona si ella, la multada en dos ocasiones por la parte más derechona del PP, debe o no encabezar la lista malagueña al Congreso el próximo día 26-J. Busquen, señores delfines, otra que suscite más amores y odios que ella por estos andurriales y, además, tengan en cuenta que del odio al amor nada más existe un beso de corta distancia.
No hay otra que sea conocida, para bien o mal, en toda la provincia de Málaga.
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