Son años complejos, hoy hablamos de la pandemia en tiempo pretérito, pero las evidentes consecuencias de vidas entregadas, además de las económicas, sociales y psicológicas continúan a la vista.
Sin ir más lejos, por ejemplo, la escultura “El record de la terra” de Rosana Antolí mantiene vivos en la memoria a los que se han ido.
Ahora bien, miremos levemente el panorama económico internacional para luego reparar en la situación española.
En Latinoamérica, el país que poéticamente es llamado una angosta faja de tierra, -Chile-, previo a la pandemia debió enfrentar manifestaciones pacíficas y también violentas, requiriendo a través de ellas, la satisfacción de múltiples demandas sociales. Estallido social (18-10-2019) es el término que se acuñó en dicha época y además de obvias consecuencias en el debilitamiento del peso chileno, produjo un aumento del gasto público con tal de satisfacer parte de las demandas como por ejemplo un aumento de los recursos destinados a la Pensión Garantizada Universal (PGU).
A mayor riesgo, mayor rentabilidad esperada señala la máxima de la economía financiera. Existen múltiples ejemplos, de hecho, el análisis costo-beneficio o riesgo-rentabilidad es básico para tomar gran parte de las decisiones en la vida cotidiana. Es así como considero oportuno recordar al profesor Carles Torrecilla en las aulas de ESADE cuando analizaba el binomio riesgo- rentabilidad.
Volviendo al tema central, es necesario comentar que el aumento del gasto público era necesario, pues Chile no cubría satisfactoriamente muchas de las necesidades de sus habitantes. Posteriormente al aumento del gasto, llegó la pandemia con las estrictas restricciones a la movilidad y obviamente, fue necesario continuar aumentando el gasto, inyectando dinero a la economía ya sea con recursos públicos o de los llamados retiros del 10% que los cotizantes del sistema previsional chileno tuvieron el derecho a retirar en el contexto de la pandemia.
La inyección de recursos conllevó un aumento en la inflación a niveles de inflación galopante, - sobre dos dígitos-, que en el año 2022 alcanzó un nivel de 12,8%, la mayor inflación desde el año 1991. Obviamente la situación no obedece únicamente a factores locales, pues también influyen la guerra en Ucrania, el alza en el precio del transporte, la situación de China, pues es sabida la dependencia que Chile tiene de dicha economía y que podríamos resumir con la frase siguiente: “Cuando China estornuda, Chile se resfría.”
El Banco Central chileno fue una de las primeras instituciones que comenzó a lidiar con la inflación, haciendo frente a ella con sucesivas y agresivas alzas en la Tasa de Política Monetaria (TPM). Lo anterior, al igual que un fuerte medicamento, produce consecuencias colaterales que, en este caso, se asocian al estancamiento de la economía. Los agentes económicos al observar el encarecimiento de los créditos actúan de forma más conservadora. Es posible apreciar que, en la situación actual, aunque la inflación ha dado señales de ir cediendo, se han observado sendos aumentos en la morosidad, en las quiebras de las empresas y con un índice de desempleo también en aumento.
Ahora, si de inflación queremos hablar, es importante referirnos a situaciones más complejas, aunque lejanas a lo que ocurre en el reino de España. Argentina destaca con una inflación de 94,8% mientras que Venezuela reportó una inflación de 234% si deseamos considerar la “conservadora” medición del gobierno. Sin embargo, la situación de estos dos países dista mucho de la coyuntura ibérica.
El Banco Central Europeo (BCE) en septiembre ha decidido aumentar la tasa levemente en 0,25 puntos básicos, aún no da por sentado que la inflación empiece a disminuir. En Chile, la tasa ha ido bajando en forma importante, pues la inflación ha dado señales de ir cediendo y hoy el gran rival a vencer es el estancamiento.
¿Es lo que se está viviendo en Chile, lo que puede continuarse observando en España? Abordaremos esta interesante pregunta en una próxima columna.
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