Desde que nacemos, son muy pocas cosas las que tenemos seguras en nuestra vida, en realidad solo dos, la muerte y que si no nos quedamos por el camino, envejecemos.
En cada etapa percibimos la vida de manera diferente, el joven derrocha energía, coraje, pasión, no le da demasiado valor al tiempo porque tiene sobrado por delante para hacer cosas y experimentar sensaciones nuevas. Es el momento de situarse laboralmente, formar una familia, digamos, empezar a funcionar con iniciativa propia sin depender de nadie solo de uno mismo, y aunque hoy día eso no se ve tan claro como antaño, los sentimientos no varían, aun siendo las estructuras diferentes.
A medida que el tiempo va pasando, la forma de pensar y el comportamiento va cambiando, la intrepidez de pensamientos y acciones se vuelven más pausadas, y a medida que se van cubriendo etapas, las expectativas se van reduciendo, el tiempo se acorta y las reflexiones empiezan a aflorar, ni que decir tiene que todo ello se va acrecentando en el transcurrir de la vida.
En el envejecimiento es evidente que la memoria pierde fluidez y que desciende el cociente intelectual, sin embargo, podemos preguntarnos ¿Qué pasa con los conocimientos acumulados y experiencias vividas? Y en el mundo de la creatividad ¿Qué ocurre? Para esta última podemos decir que es muy importante potenciar las capacidades biológicas y psicológicas de cada individuo, el ambiente en el que se desenvuelve y la motivación que tenga así como su recompensa.
La creatividad es una actividad exclusiva del hombre. El hombre es un ser que a través de su vida va fraguándose su propia personalidad que no nace, se hace, de tal modo que cada persona es su propia autocreación. Por ello a mayores conocimientos y experiencias se atesoren a lo largo de los años, mayores beneficios se tendrán al llegar a la madurez de la vida.
La inquietud por el aprendizaje, tener fortaleza emocional e ilusión es importante siempre, mas mantenerla en la fase última de la vida, es fundamental. La alegría que se genera y las ganas de vivir hace mantener el equilibrio entre mente y cuerpo. Un refrán japonés dice “el verdadero envejecimiento empieza cuando dejamos de aprender”
Mucho se ha escrito sobre la vejez, algunos poniendo el cuerpo malo a los que nos encontramos ya en esta etapa, como Marco Tulio exponiendo estas cuatro razones: la primera porque nos aparta de los negocios de la vida, la segunda porque debilita nuestro cuerpo, la tercera porque nos priva de casi todos los placeres y la cuarta porque está cerca la muerte. Sin embargo, otros como Cicerón nos la alegra diciendo –tampoco son los años ningún impedimento ya que la vejez brinda mayor conocimiento y experiencia, al tiempo que aporta una mayor plenitud potencial en provecho de la humanidad-.
Aunque a mí me gustan más, y las hago mías, las reflexiones que María Sánchez Ligero expresa en su ensayo “La jubilación: edad de vivir y de crear” y dicen así “La jubilación es la hora del amor en su más amplio sentido, la hora de los amigos, la hora de la esperanza, la hora de unión con Dios, la hora de vivir consigo mismo y la hora de participar de una forma consciente en nuestra vida general y de relación. Así como hay una belleza de todos los días (la humilde verdad cotidiana) también la hay en la edad jubilar: la de un gesto, una rosa, una mirada, una respuesta y unas manos entrelazadas”.
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