Imágenes de dos especies ampliamente conocidas por formar una zona híbrida con sus respectivos congéneres. A la izquierda Bombina variegata, y a la derecha imagen de un ejemplar de Senecio aethnensis.
Se denomina zona híbrida a un escenario en el que dos especies hibridan y producen descendencia a lo largo del tiempo en un área delimitada. Durante décadas, se ha considerado que ésta era la consecuencia principal de hibridación natural entre animales. Además, estas zonas se han valorado como laboratorios naturales para estudiar cómo la evolución actúa y, en particular, cómo se desarrollan las barreras reproductivas que permiten a poblaciones que están divergiendo convertirse en último término en especies.
A partir de la generalización del uso de marcadores moleculares y, más aún, de la secuenciación masiva y los datos genómicos que genera, esta noción ha sufrido una considerable variación ya que se han descubierto consecuencias más determinantes que una zona híbrida también en animales, como especiación híbrida.
Por el contrario, en plantas nunca ha existido la idea de que las zonas hibridas eran la consecuencia principal de la hibridación natural. De hecho, hace unos años el genetista británico Richard Abbott llamó la atención sobre el reducido número de zonas híbridas de plantas reportadas en la literatura científica, preguntándose por las causas.
En un estudio que acaba de ser publicado en la revista Heredity, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Real Jardín Botánico (RJB), que llevan años estudiando la hibridación natural en varios grupos de plantas, han revisado las posibles causas del bajo número de zonas híbridas de plantas sobre todo cuando se comparan con vertebrados de los que se han descrito varios centenares.
Seis veces más plantas vasculares que vertebrados
“Este bajo número en plantas es un enigma, especialmente cuando se tiene en cuenta que siempre se ha considerado que las plantas tienen más propensión a hibridar que los animales y que el número de plantas vasculares es unas seis veces mayor que el de vertebrados”, señala uno de los autores del artículo, el investigador David Criado Ruiz.
En el periodo 1970-2022, es decir más de medio siglo, el número de zonas híbridas reportadas para los vertebrados fue 2,3 veces mayor que el reportado para las plantas vasculares, a pesar de esa superioridad de especies de plantas vasculares frente a la de vertebrados. En cambio, si se analiza el número de artículos que en este mismo periodo han abordado el estudio de zonas híbridas, hay casi 5 veces más sobre vertebrados que sobre plantas vasculares. Unas cifras que respaldan la relevancia de este enigma.
El artículo, según indica el equipo investigador, no pretende dar respuestas simples y absolutas para despejar la incógnita, que probablemente es de naturaleza multifactorial. Con él proyectan arrojar luz sobre esta cuestión, proporcionando a la comunidad científica elementos para un debate estructurado de las causas que pueden subyacer a este enigma.
“Se discuten seis grupos de posibles factores involucrados en la disparidad, como son el déficit de estructura espacial, déficit de estructura genética, fragilidad de las zonas híbridas de plantas a lo largo del tiempo, visión de la hibridación por parte de los botánicos, hibridación entre especies no estrechamente relacionadas, y falta de datos de genética poblacional sobre plantas”, enumera el Profesor de Investigación Gonzalo Nieto Feliner.
Los investigadores han seleccionado estos factores teniendo en cuenta algunas regularidades de las plantas, conocidas de la literatura científica, relacionadas con las barreras reproductivas, así como posibles diferencias en el modo en que estudian la hibridación natural los dos colectivos científicos: los que trabajan con animales y los que lo hacen con plantas.
“No parece haber un solo factor que explique nuestro enigma, que se aplica a todos los casos de plantas en las que se detecta hibridación, pero no se informa ninguna zona híbrida. Algunas de las características de las plantas sugieren que el enigma puede no deberse, al menos en su totalidad, a un conocimiento insuficiente de los casos específicos, una hipótesis que trata de estimular estudios que analicen el problema con mayor cantidad de datos empíricos”, apunta, finalmente, la investigadora Inés Álvarez.
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