Hace 39 años, tal día como hoy, llegaba a casa a las 6:45horas con la seguridad de que había sido elegido, tras un recuento electoral agónico, diputado de UCD por la circunscripción de Málaga.
El día anterior, o sea el histórico 15-junio-1977, las colas para votar por primera vez fueron enormes. El pueblo esperaba con paciencia. No había prisas. El encanto estaba servido. Se celebraban las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador. Había interventores a punta de pala y apoderados, la tira. Por cualquier tontada se levantaba acta para que constara en el recuento de las papeletas. Venían los tullidos, los ancianos, los más ancianos, hombres, mujeres, jóvenes, monjas y putas. Todos queríamos ejercer el derecho al voto.
No sabíamos muy bien qué era aquello que llamaban democracia, pero se intuía lo mejor. “Todo había estado atado y muy bien atado”, y la democracia, sin sobresaltos, se encargaría de desatar todos los nudos que impedían el ejercicio de la libertad. Aquel 15 de junio del siglo pasado se dieron los primeros pasos. Todos, hasta los más enterados teóricamente, los de la Liga Comunista Revolucionaria, íbamos dentro del tacataca. Tropezábamos y nos levantábamos, pues el problema no consiste en caerse sino en no saber levantarse.
Los parlamentarios electos ignorábamos, yo al menos, qué íbamos a hacer el lunes 16 de junio. El pueblo se creyó que teníamos una varita mágica con la que, al igual que las hadas, podíamos tocar un problema y solucionarlo. No sólo el pueblo, también los parlamentarios fuimos inocentes. Por ello asistíamos, derechas e izquierdas, y los de centro, a todo lugar que gimiera: Citesa, la “Téxtil”, Hospitales, Centro Educativos, Chabolas, Encierros de Marginados, Pueblos de la Provincia, La Palmilla, La Palma, Maqueda, Campanillas y la Biblia en pasta eran nuestros destinos; ¡ah!, y también redactamos, aprobamos y firmamos la Constitución Española, con perdón, el “atroz candado” al que hoy se blasfema
Allí estábamos, a pie de obra, de tajo, cuatro diputados del PSOE: Ballesteros, Sanjuán, Germinal Soto y Paco Román, fallecidos los dos últimos, tres diputados de aquella UCD que no nos merecimos ni los propios del “donut”: Paco de la Torre, el que firma estas líneas e Ignacio Huelin, que se nos fue, y Tomás García por, PCE, que también se marchó.
Treinta y nueve años han pasado, y los que quedamos, ya algo mermados, nunca hemos coincidido en un simple tapeo, pero eso sí: el desencanto actual se ha tragado al encanto y la varita mágica, o sea, la ilusión, ha sido cercenada por la realidad.
Tal vez no lo supimos hacer o tal vez se esperaba más de nosotros, pero eso sí: no hay quien nos quite lo bailado aunque los periódicos del 15 de junio de 1977 tengan color sepia.
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