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"De la misma manera que me cuesta pensar en la bondad de los hombres, me cuesta pensar en la maldad de los libros"

Entrevista a Francisco Narla
Luis del Palacio
jueves, 30 de junio de 2016, 18:19 h (CET)
Sigue pilotando aviones, y no sólo porque ésta sea su otra vocación, sino porque, como me aclara “Hay que ser humilde en la vida. ¿Cómo pago las facturas si el siguiente libro sale mal? Si acabo vendiendo 5 millones de novelas, como Stephen King, dejaré de hacer vuelos comerciales. Pero seguiré volando, porque me encanta”.

Francisco Narla ha publicado hace poco su cuarta novela, Donde aúllan las colinas, un libro de narrativa histórica cuyo protagonista es un lobo. Nuestra conversación se centra en ella; si bien, resulta casi imposible no referirse a otros temas que le apasionan, como la gastronomía. Al final, no me he resistido a incluir la receta que le pedí al terminar la entrevista. Espero que el lector disfrute con ella.

¿Qué representa en tu producción literaria, la nueva novela que acabas de publicar, Donde aúllan las colinas?

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Un autor que no cuenta con una larga producción, como es mi caso, suele mostrarse más satisfecho con lo último que ha hecho. Es como el fruto de aquel que se empeña y trabaja duro; conforme escribe más, lee más y se esfuerza más. Por lo tanto, está claro que, de momento, esta es la obra con la que me encuentro más contento. Donde aúllan las colinas permite a mi lector de siempre descubrir algunos hechos históricos poco conocidos, como la presencia de Julio César en España o el final de la guerra civil con Pompeyo, y no sentirse defraudado en ese aspecto; pero también le permitirá descubrir una novela mucho más corta e intensa, que he concebido como un regalo. Y explico el porqué: No se trata de presunción, sino de pagar una deuda a los lectores; a aquellos que llamaron a su cachorro “Furco”, porque es el lobo de Assur y a los que me han hecho ver con expresiones de afecto, que lo leyeron y lo disfrutaron. También, por ejemplo, por las menciones que mereció Rónin en Japón o por cuando me concedieron la Trucha de Oro en mi pueblo, lo que demuestra que he conseguido algo tan difícil como ser profeta en mi tierra. Me sentía en deuda con todos ellos y Donde aúllan las colinas es un fragmento sincero y honesto de lo que hay dentro de mí.

El protagonista es un lobo; lo cual es bastante infrecuente, aunque no sea el único ejemplo literario
Así es. Si lo tuviera que comparar, quizá exista alguna referencia a aquella maravillosa película de Anaud, ya que, aunque sí ha habido libros y películas contadas desde el punto de vista de los animales, todo lo que yo cuento sobre el lobo es desde un punto de vista etológico, fisiológico e incluso ideológico totalmente verdadero; no lo presento como una entidad antropomorfa y evito humanizarlo. Deseaba presentar al señor del bosque tal como es. Eso confiere originalidad al libro; aunque no la buscara en sí, sino porque creía que esa era la historia que necesariamente debía contar.

La novela está llena de artimañas de escritor: Como el lobo no puede tener diálogos, el viento se convierte en otro protagonista, casi como si establecieran un diálogo. El viento descubre los rastros etc. Tuve que tejer muchas tramas, desde el punto de vista literario, para que la novela funcionara y mantuviera siempre una intensidad narrativa. La historia que yo quería contar era la del lobo que de manera mitológica, casi mágica, se convierte en leyenda y queda en el imaginario porque ha hecho algo increíble. Y todo ello nace a raíz de la historia que me contó un alimañero que se ganaba la vida en la posguerra civil matando lobos. Me habló de un lobo que les persiguió durante días, sin dejarlos hasta que ellos decidieron abandonar el pellejo de la loba que habían matado en el pueblo. A lo largo de los años he leído estudios sobre etología y comportamiento animal y, desde luego, es complicado aplicar términos que utilizamos para el comportamiento humano al comportamiento animal; pero esa “venganza”, esa “empatía”, esa “piedad” se dan entre los animales. Aparte de las leyendas que me contaban de pequeño, tenemos casos documentados. Por una parte existía una leyenda que me contaron durante una partida de dominó y unos tiros de aguardiente y que me impresionó profundamente: Que de un hombre de noventa años que ha vivido la guerra, que ha conocido el hambre de verdad, puedas percibir el miedo recordando aquellas noches de su juventud en las que apenas pudo dormir porque merodeando la alquería se percibían los pasos y se oían los aullidos del gran lobo que habían dejado él y sus hombres sin matar, era algo que sobrecogía. Y que, por otra parte, haya evidencias científicas que apoyan ese comportamiento… En fin, todo aquello hizo que empezara a preguntarme cómo podría contar esa historia; cómo podría enfrentar al lobo y al hombre. Y encontré la respuesta: El lobo tenía que enfrentarse a los “hijos de la loba”, a Roma.

Está claro que en todo ello interviene un fuerte simbolismo…
Por supuesto. Es evidente que la novela no puede funcionar sin él. El Principito puede leerlo un niño de diez años y no enterarse de mucho; sólo pasárselo fantásticamente. Pero quizá, cuando vuelva a leerlo treinta años después, descubrirá la lección sobre la amistad y la vida que contiene. Las novelas han de ser entretenidas. Existe, pues, un simbolismo; pero la novela funciona también sin él. A la hora de pergeñarla es algo que tuve muy en cuenta. Después ha de enfrentarse a la loba, a los “hijos de la loba”; cuyo simbolismo va mucho más allá porque llega hasta nosotros, que somos hijos de Roma. Y cuando decido que el lobo tiene que enfrentarse a Roma… ha de hacerlo contra el mayor de todos sus hijos: Julio César, el gran tirano. Es entonces cuando aparecieron el dónde, el cómo y el porqué. El hecho no muy conocido de que Julio César estuvo en España unos meses, tras la victoria en la guerra civil, me permitió juntar los mimbres de la historia. La novela como tal tiene muchas capas y otras tantas lecturas.

La novela no es larga, pero imagino que te habrá llevado bastante tiempo documentarla y, sobre todo, poder meterte en la piel de un lobo para escribirla.
Es hasta ahora mi novela más corta, pero la que más trabajo me ha costado. En Planeta siempre aprecian que escribo rápido y es cierto que dedico muchas horas a la escritura. También es verdad que el libro está muy bien documentado, tanto en la parte histórica como en lo referente a la biología y etología animal, minería, orografía etc. Soy muy maniático; me gusta que todo tenga sentido hasta en las cosas más pequeñas. Digo, por ejemplo, que el lobo se pasa la lengua por la trufa (el hocico) y eso es algo que hacen constantemente para mantenerla húmeda y así captar bien los olores. La novela tiene que ser una especie de menú que guste a cuanta más gente mejor; sin convertirse en un batiburrillo estúpido y sin sentido. En cuanto a la extensión, creo que es la propia historia la que te debe indicar, casi susurrar, el número de páginas que debe tener. A El viejo y el mar no se le puede añadir una página más y al Quijote no puede quitársele un solo párrafo. Son así; están bien como están. No te diría lo mismo del Ulises, de Joyce; pero ése sería un tema arduo de debatir (risas)

Si hubiera alargado Donde aúllan las colinas, el tempo se había ralentizado, restando notoriedad a las escenas fundamentales. Y si la hubiera acortado, me habría obligado a prescindir de ciertos recursos y técnicas que eran necesarias para que la novela resultara más comprensible y “sonara bien”.

¿Crees que la figura totémica del lobo ha superado su mala fama como representante de lo oscuro, lo salvaje y peligroso?
Depende del entorno social al que nos refiramos. En una ciudad es probable que nadie encuentre algo malo en el lobo; pero donde yo vivo, en las montañas gallegas, un lugar donde existe la segunda mayor población de lobos de Galicia, si hablamos con un vecino al que el lobo le ha matado a un ternero la víspera, echará pestes de él, y acaso sea partidario de volver a poner estricnina en el monte. No soy quién para juzgar. Creo que podemos intervenir en la Naturaleza, pero sin destruirla ni perjudicarla. La percepción que se tiene sobre el lobo ha cambiado en Europa y EEUU (desconozco los datos en otras partes del mundo); aunque en el medio rural, por lo menos en España, esa mala opinión no haya cambiado del todo.

El lobo, el oso, el venado, el jabalí son nuestros grandes animales totémicos; como el león, el elefante o el cocodrilo puedan serlo en África. Son los grandes animales del bosque, que, de alguna manera, incluso en un mundo tan tecnificado como el nuestro, conservan una enorme carga simbólica. Ver a los lobos, como yo los veo a veces deambulando al amanecer desde la ladera frente a mi casa, tiene algo mágico, único. Yo escuchaba de pequeño, pegado al fuego de la lareira, el aullido del lobo; y ahora, tantos años después, vuelvo a escucharlo. Para mi es una bendición… para mi vecino, quizá una condena..

“Lareira”, preciosa palabra que recuerdo de otra entrevista que hicimos. Tus libros tienen mucho de ese fuego de las casas, de esa bruma gallega.
Así es. Y es en parte porque pienso que todo escritor debe esforzarse en escribir sobre aquello que conoce (aunque, en realidad, nunca sepas mucho de nada) Hay que ser honestos. Me molesta, por ejemplo, que alguien describa una escena de tiro con arco y detectes meteduras de pata; como lector me siento defraudado. Por otra parte, creo que hay que rendir tributo a aquello que te quiere y a lo que quieres. Stephen King escribe sobre Maine muy a menudo y a nadie le extraña. En todas mis novelas aparece Galicia, como también los bonsáis o la pesca con mosca, mucha naturaleza y mucho de la leyenda y el acervo cultural que he heredado. Me siento deudor de todo ello. En el caso concreto de Donde aúllan las colinas, no sólo está presente Galicia en sus historias y leyendas, sino que sentí la necesidad de poner una parte de mí. He puesto en ella todo el corazón del mundo y sólo espero haberlo hecho bien.

¿Existe, quizá, un exceso de producción de novela histórica que contribuye a que sea difícil encontrar obras de verdadera calidad?
Lo mismo podría preguntarse sobre la novela negra o la novela erótica. Pero de la misma manera que me cuesta pensar en la bondad de los hombres, me cuesta pensar en la maldad de los libros. Hasta en el libro más flojo puede encontrarse algo positivo; aunque quizá peque de idealista… Si una novela histórica de poco calado logra que alguien se acerque otra vez a una librería a comprar un nuevo libro y con el tiempo, quizá, acercarse a los grandes (si es joven, no sé, a Jack London o a leer Las aventuras de Jeremías Johnson, libro que me apasionó de adolescente) entonces, bienvenida sea. Habrá cumplido una función positiva, aunque literariamente valga poco. Sin embargo, y debido a la piratería, me parece que el mercado editorial ha bajado algo y acaso la producción se concentre en menos géneros. Además, el público español es quizá menos receptivo a determinados géneros; se me ocurre, por ejemplo, el de terror, cuya producción en lengua española es muy escasa. Quizá obedezca a razones culturales.

Sin olvidar que haya algunos ejemplos de novela gótica “a la española”, como El Clavo, de Pedro Antonio de Alarcón, y algunos relatos de Bécquer.
En efecto. Pero se trata de un tipo de terror distinto. Y, de hecho, incluso esas obras tan buenas no lograron crear una tradición. Es como si nos costara aceptar ciertos géneros viniendo de autores de aquí

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¿A qué puede deberse el hecho de que los autores españoles no sean demasiado conocidos – con excepciones como Ruiz Zafón, Pérez-Reverte y unos cuantos más- dentro del mercado editorial dominante, el anglosajón?
El mercado anglosajón tiene mucha potencia sobre nosotros; sobre todo el que viene de EEUU. Son muy proteccionistas y en Norteamérica traducir es muy complicado; incluso en el cine vemos que prefieren hacer una nueva versión de una película, antes que doblarla. El coste de traducir es siempre enorme. En mi caso, con Caja Negra y Donde aúllan las colinas se están abriendo muchas puertas; pero con Assur y Rónin –novelas bastante extensas- no ha sucedido lo mismo. Los elevados costes de traducir representan el mayor problema. Existe, por otra parte, una “idiosincrasia de mercado”. Me explico: El mercado anglosajón tiene un número de lectores suficientemente grande como para funcionar sin ningún problema. Cuando se produce un “best seller” en EEUU, abarca un número potencial de 200 millones de lectores. En España, por ejemplo, un gran éxito editorial sería vender 100.000 copias, lo que no resulta comparable frente al millón de ventas que puede alcanzar un “best seller” en el mundo anglosajón. Por otro lado nos falta el empuje que tienen el cine o la música. Sin olvidar que los grandes grupos editoriales (Harper Collins, Penguin etc.) provienen de países angloparlantes y no les resulta difícil distribuir a nivel mundial cualquier libro de éxito. Aquí tenemos un gigante, Planeta, pero las magnitudes de las que hablamos no son comparables. Hay muchos factores que afectan a todo ello; pero yo siempre reivindicaré a Blasco Ibáñez, que fue quizá el primer autor español que logró introducirse con gran éxito en el mundo editorial de habla inglesa.

Y ahora, por favor, la receta
CARRILLERAS “NARLA”

Se eligen carrilleras de cerdo limpias y de la mejor calidad. Para 800 gr. (una ración para dos personas aprox.) 250 ml. de mosto tinto. Lo congelamos. Y en la bolsa de vacío añadimos 50 gr. de azúcar moreno. Unos 3 gr. de haba tonka y otros 3 o 4 gr. de macis (cáscara de nuez moscada) Lo sellamos al vacío y lo metemos en el roner a 65º durante 24 horas. Pasado ese tiempo lo extraemos, lo colamos y reducimos la salsa al máximo, ligándola con algo de mantequilla. Finalmente, las laqueamos.

“Homo homini lupus?” O quizá al revés? Descúbranlo Vds. en este libro.

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