¡Qué bien olías, mamá!
¿Te acuerdas de aquellas tardes... largas tardes... hablando?
“Hijos, vosotros no conocisteis aquella década sin sentido de 1930... No sabéis nada de aquellos políticos de media tinta que, ansiosos de poder, destrozaron el sueño común... No sabéis nada de aquellos políticos que, mintiendo, decían que les dolía el dolor ajeno... No sabéis nada de aquellos políticos alimentados con sangre del pueblo llano... No sabéis nada de aquellos políticos perdidos en el desierto del odio sin sentido... No sabéis nada de aquellos políticos especialistas en crear mártires... en fusilar los sueños...”
Nosotros, madre, te mirábamos sorprendidos y tú, entendiendo nuestra ignorancia, seguías:
“En esta vida hay personas que llevan dentro de sí el ansia de POSEER y por eso su obsesión es conquistar el PODER. El poder, hijos míos, se conquista de varias maneras: la difícil y más costosa es aquella que se consigue trabajando y superándose uno mismo; otros utilizan el “ego” como arma arrojadiza: se asciende pisando cabezas, engañando a los cercanos, vistiéndose de fariseos; se escala aprovechándose del pueblo sencillo, generando odio para crear enfrentamientos donde su “ego” destelle; finalmente uno se catapulta al poder cuando subido en el carro de la indiferencia destroza sueños, ideas y personas”.
Corrían los años cuarenta y cincuenta. Tu cosías en la pequeña galería de nuestra casa de protección oficial al lado del Pisuerga. Nosotros, a tu lado, merendábamos.
“Tener siempre mucho cuidado de proteger lo único que es vuestro: la libertad de pensamiento y el respeto a las ideologías ajenas. Defender con la palabra lo que otros defienden con la violencia. Comunicaros siempre en el idioma que heredamos, sin despreciar los típicos regionales. No os dejéis engañar por aquellos inventores de los mítines vividores, que con sonrisa y voz cazallera prometen dejar su piel para daros de comer. Condenar, siempre que podáis, los silencios de aquellos privilegiados de la sociedad que miran hacia otro lado por temor a perder sus privilegios. Ser fieles a nuestra historia... está llena de sangre, sudor y lágrimas... pero es VERDADERA... por ella estamos aquí, en esta pequeña galería de un hogar obrero sin militancia. Hijos míos, ¡tened cuidado!, caminad erguidos, mirando orgullosos el futuro que con vuestro presente hayáis hecho”
Mi madre, olía bien... daba gusto estar con ella... siempre sonreía... sólo a veces, en el silencio de la noche, sabíamos que lloraba un poco.
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