Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Historia | Cultura

Una tetrarquía a la española

Rememorando a Diocleciano
Juan López Benito
lunes, 11 de julio de 2016, 00:56 h (CET)
¿Ha quedado definitivamente liquidado el deficiente bipartidismo que ha predominado en España en los últimos lustros? ¿Estamos ante una nuevo período marcado por un novedoso y original “esquema cuatripartito”? Sin los suficientes apoyos para que ninguna fuerza pueda por sí sola, acaparar todo el poder, hay quien piensa que actualmente serán principalmente cuatro, los partidos que se aprovecharán de las tentaciones y alicientes que genera el poder ¿Podríamos hablar de una flamante Tetarquía en la cúspide del mando?

Los amantes y estudiosos de la Historia al contemplar el término Tetarquía en el texto, inequívocamente habrán evocado las célebres reformas ejecutadas por Diocleciano a finales del siglo III. Efectivamente y obviando las importantes acciones llevadas a cabo por el soberano ilirio en el campo económico, social, militar, administrativo o protocolario, sin duda, lo más llamativo de su acción de gobierno fue la implantación del sistema político denominado “Tetrarquía”.

Consistió en primer término, en asociar a un segundo emperador (Maximiano) al poder, al que se le encomendaría la solución de los problemas occidentales (revueltas de los bagaudas, invasiones bárbaras…) Del mismo modo, Diocleciano sería denominado “Augusto” y Maximiano en un peldaño inmediatamente inferior, sería titulado “César”. Además, el primero ostentaría el epíteto divino de Júpiter (dios supremo) y el segundo de Hércules (el más eminente de los héroes divinizados).

Pocos años después y continuando con las reformas internas, fueron elegidos otros 2 emperadores: Galerio y Constancio Cloro. Como consecuencia, se efectuó un nuevo reparto territorial entre las cuatro nuevas autoridades. Como observamos, los cambalaches para repartirse cargos, organismos y regiones entre los dirigentes no es una circunstancia de reciente instauración.

Agregando que la división no fue rígida, veamos brevemente su distribución:

Diocleciano actuaría en Oriente y Egipto y su capital sería Nicomedia.
Maximiano ejercería en Italia y África con la corte en Milán.
Galerio tendría como centro Tesalónica y su área de influencia sería el sur del Danubio.
Constancio Cloro tendría como capitalidad Tréveris y su dominio estaría principalmente ejercido en las provincias occidentales.

Para afianzar el acuerdo, se establecieron toda una serie de alianzas matrimoniales entre las familias de los cuatro protagonistas. Asimismo, los dos primeros emperadores quedaron vinculados a Júpiter y los dos más noveles con título de César a Hércules. A partir de aquí se concebía ingenuamente, que en una especie de abdicación institucionalizada, los augustos renunciarían en el momento en que estimasen que su etapa de gobierno debía darse por agotada, y sería entonces, cuando los césares pasarían a sustituirlos.

Como sabemos, la realidad no fue tan sencilla y la lucha por la preponderancia fue feroz, marcando las guerras civiles todo el período posterior… ¡Pero qué complicado es abdicar!

¿Quién sería hoy en día Diocleciano? ¿A quién nombramos Júpiter? ¿Y César? ¿Estará en la mesa de negociaciones el reparto de los poderes locales y autonómicos? En fin, esperemos por el bien de los españoles que el desenlace de la actual composición básicamente “tetrárquica” del parlamento, sea totalmente antagónico al episodio aludido.

Noticias relacionadas

En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto