Hace unos días se cumplieron doscientos años de la proclamación de la Independencia argentina de España, que fue acompañada de un curioso juramento de lealtad al rey español cuya autoridad empezaba a ponerse en duda. En aquel congreso, hace dos siglos, el sector progresista de los libertadores de América, quisieron instaurar una monarquía constitucional coronando a un inca Rey de Sudamérica.
Para muchos que confunden la monarquía como reaccionaria, y la república de reyezuelos vendidos como "progresista", valgan unas puntualizaciones sobre aquellos sucesos.
El elegido para el trono sudamericano fue Juan Bautista Túpac Amaru Monjarrás patriota mestizo peruano, medio hermano del rebelde Túpac Amaru II.
El plan de coronarlo monarca de Sudamèrica fue expuesto por Manuel Belgrano en el Congreso de Tucumán, y estaba orientado a lograr el apoyo de bolivianos y peruanos. La propuesta recibió el apoyo de hombres de grandes méritos y prestigio como José de San Martín, Martín Miguel de Güemes y otros de las provincias del norte, pero se encontró con una fuerte resistencia de Buenos Aires, la cual consideraba a la casta de los hombres de piel tostada inapropiada para la coronación y preferían hablar de una nueva república. Es obvio en cuál de los bandos se encontraban los “progresistas” de aquel entonces, y evidentemente no estaban en el bando “republicano”.
Al evocar la anécdota me viene a la mente el ejemplo de la monarquía en mi opinión progresista, que lidera Mohamed VI en Marruecos, y la fantasmagórica RASD, resabio de la guerra fría creada por Argelia.
Mientras el reino de Marruecos es un oasis de modernidad y tolerancia religiosa en el Magreb, la RASD constituye un criadero de radicalismo político, religioso y militar. En tanto la república saharaui ha convertido a los dignos hijos del Sahara en mendigos de la ayuda internacional, la monarquía constitucional de Marruecos ha hecho de sus provincias del sur, en el antiguo Sahara español, un jardín donde florece el progreso moral y material.
Como lo predijo el historiador francés Bernard Lugan, Marruecos se ha consolidado ya en las primeras décadas del siglo XXI como una potencia económica continental, y un actor de primer nivel en su continente. Y lo ha hecho con una monarquía que ha demostrado ser lo suficientemente pluralista y tolerante como priorizar los temas económicos con su entorno, dejando en suspenso cuestiones políticas que pudieran pesar contra esa táctica.
El rey de Marruecos ha logrado captar inversionistas con gran predicamento financiero, y como ejemplo puede citarse que en Marruecos se realizan con éxito los más importantes foros sobre Desarrollo y temas bancarios de África. En contrapartida, la república saharaui sería incapaz de sobrevivir unos pocos meses sin dádivas argelinas y caridad española, por más que sus propagandistas se llenen la boca con la palabra dignidad.
Mientras todo el mundo considera a la república saharaui un molesto problema que al decir del asesinado presidente argelino Boudiaf, “no tiene pista de aterrizaje”, líderes de potencias de primera línea a nivel mundial como el presidente francés, François Hollande, resaltan" el papel esencial de Marruecos" en la seguridad del Magreb y del Mediterráneo occidental.
En tanto organismos internacionales alertan sobre el terreno fértil para el yihadismo que ofrecen los campamentos sin futuro de Tinduf, la monarquía de Marruecos ha hecho revisar los programas religiosos y los libros de texto, tanto en las escuelas públicas y privadas e instituciones tradicionales, con el fin de otorgar gran importancia a la educación en los valores que abogan por la prudencia, la tolerancia y la convivencia con diferentes culturas y civilizaciones.
Como lo señalamos siempre, hay muchos países que llevan la palabra república solo en sentido nominal, y son gobernados por líderes políticos no se inspiran en absoluto en los valores ilustrados del republicanismo. Más bien se erigen, corrupción de por medio, en reyezuelos vendidos y déspotas deslustrados.
Deberían reflexionar al respecto aquellos que se jactan de ser republicanos sin estar muy convencidos de ello, y construyen la paradoja de una república reaccionaria que hace lucir progresista a la monarquía.
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