Clare Pooley, escritora y autora del exitoso blog “La madre bebe en secreto”, dice que empezó a beber “a finales de los ochenta (cuando) Briget Jones y Sexo en Nueva york eran iconos femeninos que bebían bastante. Yo sí que bebía bastante. Después entré en el mundo de la publicidad en donde no teníamos un bar en la oficina sino dos. Muchas cosas fructificaban en los bares y tenía mucho presupuesto para convidar a copas a los clientes”. Clare culpa de sus excesos con el alcohol al entorno social que ve bien tomar una copa. “Me costó mucho tiempo”, dice, “darme cuenta, en parte, porque todos a mi alrededor bebían”.
Se hacen campañas contra el alcohol. Sobre todo para prevenir accidentes, en la carretera. No se debe desdeñar la violencia doméstica y los accidentes laborales que promueven el alcohol. Los resultados de las campañas no son los que se esperan. En parte, debido al arraigo social que tiene tomar una copa para no desentonar. No se atienden los avisos de los peligros del alcohol y así nos van las cosas. Nos lamentamos despuésd e sufrir un accidente o de un maltrato. Los lamentos no sirven para deshacer el mal cometido. Lágrimas de cocodrilo, las considera el refranero.
Clare, cuando empezó a preguntarse si era alcohólica o no consultaba a Google: “¿Soy alcohólica?”. Con ironía respondía a un cuestionario al estilo de. “Bebes cuando estás sola?” y respondía: “No porque estoy con el perro”. Si hubiese preguntado: “¿Serías más feliz sin alcohol?”, hubiese dejado de beber mucho antes. Lo único que es más fuerte que el miedo es la esperanza”.
Clare Pooley termina la entrevista que le hace Ima Sachis así: “Mi vida era un desastre, pero a mí en Instagram parecía perfecta. Explicar mi verdad me salvó la vida. Todos tenemos hambre de amabilidad y comunidad. Si tú me dices: “Clare, estoy triste” conectaremos mejor que si me dices: “Todo va bien”. Los puntos débiles son los que nos hacen únicos e interesantes”. Clare reconoce el valor de la amistad para superar la adición.
Samuel Taylor Coleridge que alcanzó notoriedad como poeta, crítico y autor dramático no encontró en el éxito lo que su alma necesitaba para ser feliz. A los 24 años se enganchó al opio. A los 40 conoció a James Gillman el médico que lo atendió y se convirtió en su amigo íntimo. En el crepúsculo de su vida encontró algo que ni la popularidad ni el dinero le podían dar, el valor de un amigo. Poco antes de morir escribió el poema ”Juventud y vejez”. En una de sus estrofas escribió: “La amistad es un árbol que cobija”. Pensadores de renombre han escrito sobre el valor de la amistad: “La amistad duplica las alegrías y divide la angustia por la mitad” (Francis Bacon). “Un amigo verdadero es un alma con dos cuerpos” (Aristóteles). Es lógico, pues que la Biblia también hable sobre la amistad.
Clare Pooley y Samuel Taylor Coleridge se refieren a los amigos que los ayudaron cuando se sentían quemados por las circunstancias. Con la muerte de los amigos, su influencia desaparece. El valor de la amistad se la llevan consigo cuando traspasan la puerta de la eternidad. Queda un recuerdo borroso que se diluye con el tiempo.
Salomón escribió: “Un hombre que tiene amigos ha de mostrarse amistoso, y amigo hay más unido que un hermano” (Proverbios 18: 24). El apóstol Pablo recordando la sabiduría de Jesús escribió: “Es más feliz dar que recibir” (Hechos 20. 35). Esta sentencia se opone al egoísmo humano que extiende la mano para recibir pero cierra el puño a la hora de dar. ¡Con cuánta facilidad se alarga la mano a la hora de mendigar! Esto no es amistad. Es puro egoísmo. El mundo está lleno de él. Conseguir un amigo verdadero es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar. La segunda parte del proverbio citado nos recuerda: ”y amigo hay más unido que un hermano”. Esta amistad tan íntima no se encuentra entre los hombres. Solo puede encontrarse en Jesús que da su vida por sus amigos.
Dirigiéndose a sus discípulos les dice. “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Y no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer… Esto os mando: que os améis unos a otros” (Juan 15: 12-17).
Al despedirse Jesús de sus discípulos, les dice. “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo, pero no estoy solo, porque el Padre está en mí” (Juan 16: 32). El creyente en Jesús aun cuando se encuentre en una isla desierta no se encontrará solo. Por el Espíritu de Jesús que mora en él, al Señor siempre lo tendrá a su lado confortándolo como el Padre lo hizo con Él en la agonía de Getsemaní.
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