En algunas ocasiones, tenemos momentos o situaciones estresantes que hacen que perdamos el control de nuestra vida. Es en esos instantes, cuando nos empezamos a poner nerviosos, es cuando lo que creíamos que estaba bajo nuestras riendas, de repente, salta en mil pedazos. Nuestra estabilidad pasa a una fase de no saber qué va a suceder y en donde las emociones y sensaciones se alternan de forma brusca debido a ese estado de ansiedad.
A veces, dicha ansiedad puede ser fruto de un cúmulo de circunstancias que se venían añadiendo, o por el contrario, ser algo tan descomunal que hará que la propia situación genere dicha sensación que irá acompañada de momentos tensos tanto para la persona que lo experimenta, como para los que se encuentran alrededor.
En nuestra sociedad, solemos enmascarar determinadas definiciones con palabras suaves para restarle importancia al asunto. En este caso, si hablamos de ansiedad, buscamos sinónimos ante los demás como los de nerviosismo, intranquilidad o impaciencia pero la realidad es otra. Cuando todo esto nos empieza a afectar a nivel físico y somatizamos es entonces cuando podemos hablar de ansiedad y esto es algo serio. Tener ansiedad es llegar a un punto en el que el cuerpo se queja y cuando esto sucede tenemos que poner los medios necesarios para mitigar ese dolor.
Aparecerán síntomas como el insomnio, los dolores de cabeza, la fatiga, los problemas estomacales, la pérdida o aumento de apetito, la falta de ilusión y motivación, las nauseas o mareos… Es decir, se trata de una forma de expresión que tiene nuestro “yo”, de hacernos entender que algo marcha mal. Y es que cuando uno llega hasta aquí tiene que saber que es porque todo lo anterior que ha hecho no ha funcionado o porque el camino que estaba siguiendo no ha servido y habrá que buscar otras alternativas que nos permitan encontrar de nuevo la estabilidad mental que necesitamos para liberarnos de la ansiedad.
Habrá veces que lo más duro será lidiar con ella porque tiene tal poder en nosotros que hará que se haga cargo de todo nuestro cuerpo pero habrá que aprender a estar por encima de ella. La ansiedad se mostrará presente en nuestras vidas, siempre y cuando, la dejemos estar porque de uno mismo depende, eliminarla o seguir retroalimentándola. Pero lo cierto, es que no es fácil salir o escapar de dichos estados porque lo primero, es que hay que reconocer que hay algo que nos genera dicha actitud de nerviosismo, para una vez localizado el problema, centrarnos en el resultado.
Muchas veces, esos estados de ansiedad vendrán como consecuencia de muchos pensamientos nuestros o de acontecimientos angustiosos del pasado, pero otras serán por el futuro o incluso, por el mismo presente. Pero sea de una forma u otra, hay que tratar la ansiedad para no permitir que se apodere de nuestro mundo porque no sólo sufre la persona que lo manifiesta sino aquellos que se encuentran alrededor. Y existirán múltiples formas de amedrentarlo pero hay que recordar, que lo que a una persona le funciona, a otra no tiene por qué sucederle igual. Cada persona es diferente al resto y al igual que sucede con las dosis de medicamentos, también pasa con las técnicas que cada individuo empleará para canalizar dicha ansiedad.
Ante estos estados es necesario pensar con calma y no tomar decisiones aceleradas. Se trata de encontrar el equilibrio en una situación desconcertante que no hace más que crear un agobio intenso en la persona que lo sufre. Hay que controlarse y dejar la mente en blanco. Hay que evitar dejarnos llevar por el pánico y los miedos desenfrenados que pasan acelerados por nuestros pensamientos. Y lo más importante, es comprender que las personas que tienen ansiedad no son diferentes a nadie, sino que sienten con más intensidad las cosas y que son luchadores diarios por levantarse pese al miedo y a la inseguridad constante.
En todo esto, también es importante tener un apoyo que haga más liviano el viaje porque no es ningún problema sentir ansiedad de vez en cuando, pero sí cuando nos empieza a afectar a niveles intensos y de forma continuada. Será ahí cuando tengamos que parar y reflexionar sobre qué es lo que nos está sucediendo y no sentirnos avergonzados por sufrirlo porque ser humanos nos hace, precisamente, sentir pero cuando eso se hace de una forma tan desmedida que nos acaba afectando en nuestro día a día, hay que tomar medidas para reducir esos niveles de angustia que no nos dejan disfrutar de lo maravillosa que es la vida.
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