Los contrastes nos ocupan, forman parte intrínseca de nuestros quehaceres, en privado o en público; desde el tuétano de lo más íntimo a los enrevesados intríngulis mundanos. La noche o la luz diurna, el calor o la frialdad, se identifican con meridiana claridad; pero las apariencias también pregonan sus facultades de hacernos ver lo que no es y ciertas presencias a la vez. Los diferentes momentos ponen de relieve un extenso MUESTRARIO cambiante, expuesto a toda clase de valoraciones. Asoman novedosas posibilidades e impedimentos en un duelo interminable, con oscilaciones permanentes y presuntas fijaciones. Como resultado, las apreciaciones se modifican a unos ritmos incomprensibles.
Uno puede subirse por las nubes a base de elucubraciones cada vez más alejadas de su entorno habitual. Por otro lado, ceñirse a las presencias circundantes, mengua la contemplación de los horizontes abiertos. Aquellas actuaciones efectuadas en un momento dado, ya son pasado. Y los proyectos aún no sucedieron. De ahí que los equilibrios en torno a la REALIDAD se desequilibren con enorme facilidad. Son reales los anhelos, proyectos y deseos. El pasado y las estructuras mundanas también son reales. Es evidente el carácter múltiple de esta confluencia de factores, así como la pluralidad de las respuestas. El predominio abusivo de uno de estos sectores nos aboca de manera trágica a los peores desmanes eruptivos.
Aunque en esto de los saberes hay muchas consideraciones pendientes y sin duda surgirán otras nuevas; es otra de las historias interminables. Se producen muchas averiguaciones y surgen sospechas inquietantes; la sucesiva publicación de sus contenidos llega al resto de la población según determinados criterios arbitrarios poco conocidos. De manera sutil, también se va infiltrando en el grueso de los componentes sociales una serie de sensibilidades fuera de los controles interesados. Es decir, la TRANSMISIÓN de los saberes es, como mínimo, tridimensional. La vía imperceptible, la dirigida desde las áreas predominantes y la derivada del interés aplicado por cada agente receptor. El contraste perpetuo contradice las líneas rectas sin sobresaltos.
Si atendemos a las expresiones propias, son frecuentes los alardes de que nos expresamos como queremos, cuando nos place y en los términos elegidos para ese momento; si pretendemos hacerlos con franqueza, disimulo, engaños o subterfugios. No siempre controlamos esas cuestiones. Sirva la mención de un antiguo experimento científico. El registro de las respuestas de varios sujetos a las preguntas sobre las líneas trazadas en dos cuadros distintos. Cada sujeto aislado responde según la captación de su cerebro visual. Cuando ya conocen la respuesta previa de otros sujetos, aunque sean erróneas, se pliegan a esas impresiones y activan su cerebro emocional; aumentan sus respuestas fallidas. Se produce una ADAPTACIÓN injustificada.
Esa diferenciación entre las actuaciones grupales y las propiamente individuales origina muchas confusiones en la vida comunitaria. No sólo influyen los aspectos emocionales, la luz, el sonido, las ilusiones ópticas, las características biológicas de cada uno y otros muchos factores, inciden en las formas de reaccionar. Las esferas tecnológicas ligadas a la comunicación contaminan las posturas personales, las variadas REDES facilitan los contactos; pero, a su vez, con escasa tendencia a exigir unos mínimos cualitativos. Un especial efecto de distorsión radica en la utilización de los anónimos, los pronunciamientos falseados por su número y contenidos son demoledores. Son incongruencias a favor de maniobras intempestivas.
Suele decirse que todo es cultura, como un resumen de las actuaciones humanas. Abarca desde las captaciones sensoriales, los aprendizajes utilitarios, la consolidación de conceptos intelectuales, descubrimientos en las áreas tecnológicas, hasta la apertura hacia las maravillas artísticas; es un bagaje vital en activo, constituye un amplio panorama de progresos inteligentes. Sin duda, también, de unos silencios notorios. Destaca la presencia implacable de un HIATO cultural de peliagudas consecuencias. Con todo lo anterior coincide toda una serie de realidades terroríficas, masacres, hambrunas, guerras, genocidios, de gran calado social, junto a xenofobias, abandonos y abusos, implantados en las sociedades modernas de manera escandalosa.
Insisto en la importancia del hiato cultural citado, por que se trata de un despropósito universal y, lejos de atenuarse, continua con su enérgica distorsión, incluso en aumento. No es una cuestión de oriente u occidente, de niveles económicos u orientaciones ideológicas determinadas; como digo, es universal. El rango cultural no desmiente este hueco nocivo en los comportamientos. La cultura flaquea estrepitosamente ante esta realidad. Estamos en una sociedad HEMIPLÉJICA, sea por desinterés hacia estos aspectos, por impotencia, o lo que sería peor, asumimos que somos así, con esa versión inhóspita incluida y desatendida. Que algo no encaja, está a la vista de todos. La incongruencia es manifiesta, con las consiguientes repercusiones.
No diré que sea lo habitual, pero en el diálogo es frecuente no entenderse por precipitación en las conclusiones; cada dialogante se aferra a sus sensaciones con preferencia al asunto ventilado. Las palabras son decisivas, son las encargadas de trasladar las ideas con precisión; de no utilizarlas así, enturbian la tarea, por que se pierde la pretendida correlación del sentido de unas y otras. El hablante emite un mensaje con todo el cortejo de fundamentaciones implícitas y explícitas. Por su parte, el escuchante las percibe desde otro contexto diferente, con sus propias peculiaridades. No disponen de una codificación exacta para el intercambio. Es precisa la DIALÉCTICA continuada y aclaratoria para ahondar en la comprensión.
En torno a lo que vemos, lo que no vemos y como lo vemos. En torno a lo que es o no es; qué es eso de ser y maneras de ser. Los razonamientos se complican hasta parecer sencillo lo complejo, o todo lo contrario. También pueden resultar llenas de paradojas las versiones CUÁNTICAS. Nos ilustran sobre la influencia de la observación en un fenómeno, lo modifican apreciablemente. Nos congratula, nos da un poder añadido, validamos lo que apreciamos nosotros. Y al sentirnos observados no actuamos igual, como una especie de confirmación del aserto. ¡Ah! Apenas comentamos lo que subyace, las múltiples combinaciones activas independientes de lo que vemos. El ensimismamiento nos endiosa sin fundamentos y los deslices improcedentes se suceden.
Los artilugios DIGITALES nos abocan a situaciones contradictorias. Nos ofrecen muchas facilidades para entrar en su ámbito, pero también para esquivar las decisiones comprometidas. De sentirnos dentro de sus circuitos, pero también de estar al margen, como quien no sabe nada. Las tramas adquieren dimensiones insospechadas a la vista de todos, con el aplauso de las actitudes libertarias, tan generalizadas como frívolas.
Sin discordancias no habría participaciones reales de las personas, está claro. Pero, la armonía necesaria exige una buena TRADUCCIÓN de los eventos, de lo contrario sería un camelo. Una buena traducción expone los datos con los matices oportunos, sin admitir las tergiversaciones del sentido. Es fundamental llamar a las cosas por su nombre, para un buen comienzo y para no engañarnos en las sucesivas apreciaciones.
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