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Se acaba de presentar en la Feria del libro de Buenos Aires el libro de Silvia Plager ”Símale cumple 70” (editorial El Ateneo)

Literatura y amistad

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El mundo de los escritores goza de las virtudes y defectos de los humanos. Más o menos neuróticos, normalitos, empáticos o soberbios, un artista, un escribidor, un narrador, un poeta, un novelista no están eximidos de las carnaduras propias de la vida. Se compartan (o no) intereses, escuelas estéticas, ideología, en el arte, en la literatura, las aguas turbulentas vuelven a su cauce y el mar aquietado acaricia siempre los textos con la perseverancia de las (buenas) metáforas.


Muchos amigos he cosechado, otros han venido como un regalo inesperado. Poetas, ensayistas, narradores, críticos. De aquí y de allá, de las dos orillas, al cruzar la Cordillera o los océanos. Con algunos me formé o se tomaron su precioso tiempo para leerme y sugerir modificaciones antes de publicar. Cuatro ojos, o seis u ocho ven más que dos.


Silvia Plager y yo transitamos literatura y amistad sin las estridencias obsesivas de que dan cuenta las “selfies”. Buenos Aires, por lo demás, te deglute, y ambas vivimos nuestra vejez activamente: no somos “abuelas” – un modo con que etiqueta parte de nuestro periodismo a los viejos -, sino la de nuestros nietos reales. Aborrecemos la queja; nos ocupamos del prójimo, no estamos pendientes del espejo tras nueva arruga o de otro malestar que nos entusiasme a ir a lo del médico como si su imprescindible visita sustituyera, después de los setenta, el grato encuentro con colegas y amigos, familia o vecinos para celebrar, compartir tristezas, discutir sobre hechos y textos, etcétera.


¿Por qué hablar hoy de esta mujer? Madre, esposa, hermana, abuela y bisabuela, la bauticé “nuestra Elisabeth Taylor”, por sus ojos, y debido a la ironía y el humor en su estilo narrativo, análogo al de una británica homónima (“Prohibido morir aquí”, etc.): para Taylor y Plager las tintas negras sobran si se cuentan historias, hechos históricos, tragedias, aun cuando te lanzás a la “autoficción”, a las ahora llamadas “literaturas del yo”.


Me refiero a Silvia Plager, pues, aquilatada novelista. Entre sus libros, “La baronesa de Fiuggi”, “Las mujeres ocultas de El Greco”, “El cuarto violeta”; “Como papas para varenike”, “Boleros que matan”; “La rabina”, “Pequeña Viena en Shanghái”, “Boleros que matan”, “Nosotras y la edad”. También, “Malvinas, la ilusión y la pérdida”, coescrita con Elsa Fraga Vidal, fallecida, y tantos otros textos. Sucede con algunos escritores que su obra parece contar lo mismo, aunque a través de variados hechos, personajes, acuarelas… Plager no se repite. Luminosa, aun en la tragedia, humorística y refinada, es capaz de abordar distintos temas con elegante distancia y colectando las tensiones incómodas de la realidad para recrearlas en su pátina de cabal conocedora de la naturaleza humana. La singularidad de sus relatos, siempre universales…


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Se acaba de presentar en la Feria del libro de Buenos Aires, ”Símale cumple 70”, editorial El Ateneo. La protagonista viaja a Rosario para averiguar acerca de su padre, joyero muerto en un robo a sus ochenta. Allí, él había formado familia con otra mujer distinta de su madre. Con sus hermanas, Símale la acompañó y trató de sobrevivir al resentimiento que aparece cuando el que lo sufre y es joven, no logra despegarse de los hechos y juzga. Símale viaja durante su cumpleaños a Rosario y hacia sí misma, como sucede cuando un sujeto sensible, en lugar de emprender itinerarios turísticos, prefiere indagar, conocer y saber… Un fantasma, que podría ser el inconsciente de la protagonista narradora, adquiere volumen página a página y se transforma en una existencia verosímil y auténtica: su padre le habla desde el más allá como si estuviera en su más acá. El entramado autobiográfico, que da cuenta de sus hijos, sobrinos, hermanas, nietos, esposo y bisnietos, de su mamá berlinesa y de su padre huérfano por la “shoa” (catástrofe por el exterminio nazi) da paso al de dos extrañas mujeres: Leticia, vinculada a las mafias y al mundo nocturno y, Clarita, una anciana con la sabiondez de sus tiempos vividos, no sólo sobrevividos, pero de un ámbito bien diferente al de Símale. Los diálogos se acrecientan entre misterio y secretos, y los personajes secundarios acompañan escenas y desgracias.


La marca Plager, cuya obra es un iceberg en comparación con sus lecturas y cultura de base, dialoga con la literatura, que tamiza hábil y análogamente a los resquicios extraños (casi policiales) de esta historia. El toque “toda la cadena montañosa que se llama literatura: picos de menor o mayor altura, pero, finalmente, cumbres escaladas verso a verso, golpe a golpe” (pág. 169) pincela un trasfondo de prestigio y de audaz autoconocimiento respecto del otro. ¿Se puede resumir mejor la literatura como oficio, lecturas, insistencia, éxitos y fracaso?


Ignoro si las Letras salvan, reparan, crean mundos finitos o infinitos (si trascienden). De lo que estoy segura es de que la literatura vincula en amistad y te saca de tus turbulencias: te permite olvidar y hasta te sorprenderías, no sólo viajando a Rosario. 

Literatura y amistad

Se acaba de presentar en la Feria del libro de Buenos Aires el libro de Silvia Plager ”Símale cumple 70” (editorial El Ateneo)
Paula Winkler
martes, 7 de mayo de 2024, 09:19 h (CET)

El mundo de los escritores goza de las virtudes y defectos de los humanos. Más o menos neuróticos, normalitos, empáticos o soberbios, un artista, un escribidor, un narrador, un poeta, un novelista no están eximidos de las carnaduras propias de la vida. Se compartan (o no) intereses, escuelas estéticas, ideología, en el arte, en la literatura, las aguas turbulentas vuelven a su cauce y el mar aquietado acaricia siempre los textos con la perseverancia de las (buenas) metáforas.


Muchos amigos he cosechado, otros han venido como un regalo inesperado. Poetas, ensayistas, narradores, críticos. De aquí y de allá, de las dos orillas, al cruzar la Cordillera o los océanos. Con algunos me formé o se tomaron su precioso tiempo para leerme y sugerir modificaciones antes de publicar. Cuatro ojos, o seis u ocho ven más que dos.


Silvia Plager y yo transitamos literatura y amistad sin las estridencias obsesivas de que dan cuenta las “selfies”. Buenos Aires, por lo demás, te deglute, y ambas vivimos nuestra vejez activamente: no somos “abuelas” – un modo con que etiqueta parte de nuestro periodismo a los viejos -, sino la de nuestros nietos reales. Aborrecemos la queja; nos ocupamos del prójimo, no estamos pendientes del espejo tras nueva arruga o de otro malestar que nos entusiasme a ir a lo del médico como si su imprescindible visita sustituyera, después de los setenta, el grato encuentro con colegas y amigos, familia o vecinos para celebrar, compartir tristezas, discutir sobre hechos y textos, etcétera.


¿Por qué hablar hoy de esta mujer? Madre, esposa, hermana, abuela y bisabuela, la bauticé “nuestra Elisabeth Taylor”, por sus ojos, y debido a la ironía y el humor en su estilo narrativo, análogo al de una británica homónima (“Prohibido morir aquí”, etc.): para Taylor y Plager las tintas negras sobran si se cuentan historias, hechos históricos, tragedias, aun cuando te lanzás a la “autoficción”, a las ahora llamadas “literaturas del yo”.


Me refiero a Silvia Plager, pues, aquilatada novelista. Entre sus libros, “La baronesa de Fiuggi”, “Las mujeres ocultas de El Greco”, “El cuarto violeta”; “Como papas para varenike”, “Boleros que matan”; “La rabina”, “Pequeña Viena en Shanghái”, “Boleros que matan”, “Nosotras y la edad”. También, “Malvinas, la ilusión y la pérdida”, coescrita con Elsa Fraga Vidal, fallecida, y tantos otros textos. Sucede con algunos escritores que su obra parece contar lo mismo, aunque a través de variados hechos, personajes, acuarelas… Plager no se repite. Luminosa, aun en la tragedia, humorística y refinada, es capaz de abordar distintos temas con elegante distancia y colectando las tensiones incómodas de la realidad para recrearlas en su pátina de cabal conocedora de la naturaleza humana. La singularidad de sus relatos, siempre universales…


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Se acaba de presentar en la Feria del libro de Buenos Aires, ”Símale cumple 70”, editorial El Ateneo. La protagonista viaja a Rosario para averiguar acerca de su padre, joyero muerto en un robo a sus ochenta. Allí, él había formado familia con otra mujer distinta de su madre. Con sus hermanas, Símale la acompañó y trató de sobrevivir al resentimiento que aparece cuando el que lo sufre y es joven, no logra despegarse de los hechos y juzga. Símale viaja durante su cumpleaños a Rosario y hacia sí misma, como sucede cuando un sujeto sensible, en lugar de emprender itinerarios turísticos, prefiere indagar, conocer y saber… Un fantasma, que podría ser el inconsciente de la protagonista narradora, adquiere volumen página a página y se transforma en una existencia verosímil y auténtica: su padre le habla desde el más allá como si estuviera en su más acá. El entramado autobiográfico, que da cuenta de sus hijos, sobrinos, hermanas, nietos, esposo y bisnietos, de su mamá berlinesa y de su padre huérfano por la “shoa” (catástrofe por el exterminio nazi) da paso al de dos extrañas mujeres: Leticia, vinculada a las mafias y al mundo nocturno y, Clarita, una anciana con la sabiondez de sus tiempos vividos, no sólo sobrevividos, pero de un ámbito bien diferente al de Símale. Los diálogos se acrecientan entre misterio y secretos, y los personajes secundarios acompañan escenas y desgracias.


La marca Plager, cuya obra es un iceberg en comparación con sus lecturas y cultura de base, dialoga con la literatura, que tamiza hábil y análogamente a los resquicios extraños (casi policiales) de esta historia. El toque “toda la cadena montañosa que se llama literatura: picos de menor o mayor altura, pero, finalmente, cumbres escaladas verso a verso, golpe a golpe” (pág. 169) pincela un trasfondo de prestigio y de audaz autoconocimiento respecto del otro. ¿Se puede resumir mejor la literatura como oficio, lecturas, insistencia, éxitos y fracaso?


Ignoro si las Letras salvan, reparan, crean mundos finitos o infinitos (si trascienden). De lo que estoy segura es de que la literatura vincula en amistad y te saca de tus turbulencias: te permite olvidar y hasta te sorprenderías, no sólo viajando a Rosario. 

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