En estos días he recibido una noticia y es que en algunos países del Occidente hay parlamentarios que, hablando de la libertad y de los derechos de niños y niñas, pretenden establecer clases de sexología en la educación primaria, para niños de 3, 5 y 7 años. Detrás de una aberración semejante, está la afirmación –repetida en más una ocasión por ministros/as de algún gobierno-, que los niños no son de sus Padres, que son del Estado, y que al Estado le corresponde la obligación de educar, integralmente, a las criaturas.
No podemos negar que al Estado -pero no exclusivamente- le corresponde organizar todos los medios adecuados para que los ciudadanos cursen los estudios que prefieran, a un buen nivel, y puedan, así, estar preparados para llevar a cabo una buena carrera profesional y organizarse su vida de la forma que prefieran, siempre teniendo en cuenta el no hacer mal a nadie.
Pero ¿no es acaso una de las características más claras de un gobierno dictatorial, el pretender manipular la educación a su gusto y según su único criterio? ¿No es, acaso, una educación sexual de ese tipo, un camino que lleva a manipular a niños y jóvenes y ponerlos al servicio de los vicios sexuales de los mayores? ¿No es una pederastia camuflada?
Los cristianos en general y los católicos en particular sabemos muy bien que la educación humana y espiritual de las personas es misión exclusiva de la Familia, y de quienes la Familia considere oportuno encargarlo. El derecho de los padres a educar, y más moralmente, a sus criaturas me atrevería a incluirlo no solo entre los derechos, sino también entre los encargos recibidos de Dios, que en el Sexto Mandamiento enseña a los padres el camino para que la felicidad de sus hijos pase por un recto orden de las facultades sexuales de su cuerpo.
|