Esta sociedad ha sobrepasado, y con creces, todos los límites de ofensa a Dios, y hasta su Santa Iglesia ha profanado el Templo Santo y ha hecho que muchos de sus fieles hayan perdido la fe a causa de las doctrinas heréticas y mundanizadas, y ha desacralizado la Divina Eucaristía; esto, a la vista de los acontecimientos que están sucediendo en la sociedad y en la Iglesia, es una clara llamada para nuestra conversión, con un corazón arrepentido, no solo con palabras, sino con actos públicos penitenciales, invitando a los fieles a su conversión. Si lo hacemos, puede ser que el Señor, que por amor y misericordia murió por nosotros clavado en la Cruz, nos perdone. Si no nos convertimos, ya estamos avisados: tendremos que sufrir la ira de Dios sobre nosotros. Mirad las guerras que hay, los millones de personas viviendo inhumanamente en campos de refugiados, y ¿por qué no vamos a sufrir nosotros una situación igual?
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