I
Las manecillas del viejo reloj sobre el baúl continúan su marcha incesante. Como disciplinadas soldados y constantes obreras, cumplen su imparable labor al ritmo del ¡tic!, ¡tac!, ¡tic!, ¡tac! Libros y más libros abarrotan la habitación, una computadora negra en modo de ahorro de energía, y una botella de mezcal recién abierta que deja escapar su inconfundible aroma a agave. Al fondo, un bello rostro contempla la ventana, como si al hacerlo tratara de evadir los efectos del tiempo y buscara descubrir qué se esconde más allá de los añejos cristales.
II «Las penas con pan son buenas», reza el conocido refrán, una sabiduría popular que enseña que cualquier adversidad es más llevadera si se tienen recursos al alcance. Sin embargo, esta enseñanza no aplica igual cuando el pan es sustituido por mezcal o tequila. Él lo sabe en el fondo, pero no le importa, al menos no esta noche, en la que busca desesperadamente activar el olvido en su mente.
III Pasado el alboroto, lejanas las luces, y el calor del ruido, persiste este horrendo hueco: soledad que no se calma con mezcal ni con tequila. Caminar y caminar, pero el vacío persiste, permanece omitiendo las palabras de aliento, se acentúa a pesar de los logros. Palpitaciones de perder el atardecer digno, vacío que no se llena con nada, oquedad que llaman mal del siglo XXI, hastío de muchas cosas, clausura en uno mismo, apercepción que aniquila. Aislamiento y tristeza se han maridado, estado de ánimo ganado a pulso. ¿Cuánto más devorará esta bestia? (Agujero negro. APR. 2018)
IV El canto de los tempraneros gallos anuncia el amanecer. La noche cedió su paso a la madrugada, y esta, sin más, a la alborada. El frío atraviesa los huesos de los primeros peatones que, presurosos, se desplazan a sus trabajos. El inmóvil ángel de piedra en la fachada de la iglesia permanece estoico frente al húmedo sereno de noviembre.
V Diez de la mañana y, dentro de la habitación, todo sigue casi igual: el desorden acostumbrado, las pilas de libros, la computadora negra en modo de ahorro de energía, excepto la botella de mezcal y la bella mujer del fondo que quizá miraba por la ventana.
VI La noche anuncia su llegada. En la habitación, casi todo sigue igual, si es que algo puede seguir igual tras la partida del motivo de su inspiración. El último rastro de ella, el póster junto a la ventana, yace hecho trizas en el bote de basura, acompañando a varias botellas de mezcal vacías.
VII El hastío anuncia el olvido, y ya asoma una primavera en su corazón. Con ella, siempre llega la esperanza de un nuevo comienzo.
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