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Guía para interpretar la composición de los productos y no caer en los reclamos publicitarios

​Cinco consejos para leer etiquetas nutricionales y evitar las trampas publicitarias de los alimentos

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Con la vuelta de las vacaciones, son muchas las personas que buscan mantener un estilo de vida más saludable y cuidar su alimentación. Sin embargo, en una sociedad donde la publicidad del sector de alimentación es cada vez más agresiva, resulta crucial aprender a interpretar las etiquetas nutricionales para no caer en trampas comerciales que podrían sabotear nuestros esfuerzos por mantener unos hábitos saludables.


Unnamed


Uno de los principales desafíos a los que se enfrenta el consumidor actual es su desconocimiento acerca de los procesos de producción alimenticios y la adopción de estrategias poco eficaces para mantener una dieta saludable. Así lo reconoce Luis Cañada, responsable de estudios nutricionales de FITstore.es: “Técnicas habituales como comer menos cantidad, restringir alimentos o contar calorías son algunos de los errores más habituales. Es esencial tener en cuenta la calidad de los alimentos que se están consumiendo, leyendo correctamente las etiquetas de cada producto”.


Consejos para interpretar las etiquetas nutricionales:


1. Fíjate en la lista de ingredientes antes que en los reclamos publicitarios del envase:

“Esta lista proporciona información fundamental sobre qué contiene realmente el producto y está ordenada de mayor a menor, es decir, los ingredientes que aparecen primero son los que se encuentran en mayor cantidad”, explica Cañada. Es crucial prestar atención a los ingredientes que ocupan los primeros lugares: si el producto contiene azúcares, harinas refinadas, aceites hidrogenados o aditivos artificiales al principio de la lista; si lo contienen el producto no va a ser interesante independientemente de los reclamos que tenga en el frontal. Aprender a revisar el listado es fundamental y sin eso nada de lo demás vale”.


2. No calcules por 100g, hazlo por ración:

Ten en cuenta la unidad de consumo y no tanto los 100g y usa esta última medida como referencia tan solo para comparar productos análogos. “Los valores nutricionales por 100g casi nunca se ajustan a los valores por porción, que es lo realmente interesante. Dejamos de escoger productos por revisar únicamente los 100g cuando el tamaño por ración no tiene nada que ver. Además, permite llevar una alimentación mucho más flexible”.


3. Las calorías por sí solas no significan nada:

“Centrarse solo en las calorías es aislar sin sentido y no sirve de nada por sí solo”, asegura Cañada: “Es como elegir un coche por el color sin prestar atención a su motor o a sus prestaciones”.


4. Cuidado con los reclamos High Protein y rico en fibra:

Los alimentos funcionales están de moda, es un hecho, sin embargo “la fibra nos la han vendido siempre como que es necesaria y que es deficitaria en nuestra dieta. Eso es solo una verdad a medias. Que tomes más fibra no se traduce en que vayas a tener mejor tránsito intestinal”.


Junto al consumo de fibra es importante añadir la cantidad adecuada de agua para no obtener el efecto contrario y mantener así un correcto equilibrio entre hidratación y salud intestinal.


Por otra parte, la tendencia del alto en proteínas sigue en auge y ya podemos acceder incluso a través de las marcas blancas: “El high protein es peligroso porque socialmente se está adoptando con comer mejor y tampoco es eso; hay que saber identificar qué fuentes proteicas se están empleando y si es realmente necesario ese extra de proteínas. No hay que aislar ese macronutriente, pues un producto alto en proteínas no lo exime de tener grasa o hidratos, o incluso azúcares ocultos.

Además, hay que tener en cuenta que trampear los valores de la proteína es muy fácil si se añaden aminoácidos. La proteína ha de ser calidad y eso es lo que hay que localizar en las etiquetas: ha de provenir de la leche, de los huevos, de la carne y el pescado y de la buena combinación si optas por no tomar productos animales”.


5. Los productos "light" o "diet" incitan a un mayor consumo:

Que un producto sea light no se traduce en que tenga menos calorías. Esta terminología está acuñada más allá de las calorías: "Erróneamente se cree que los productos Light tienen un 30% menos de calorías, pero podría estar haciendo referencia a la sal, por ejemplo, y no al total calórico. Recurrir a este tipo de productos es un campo muy amplio y hay que ir con pies de plomo. Mientras más claims de venta encontramos en el frontal, más deficiencias están ocultando los productos.


La importancia de detectar las trampas de la publicidad:


Interpretar las etiquetas permite identificar estrategias turbias como el uso del reclamo "0% azúcares añadidos" en numerosos productos alimenticios. Este tipo de etiquetado suele atraer a consumidores que buscan reducir el consumo de azúcar, pero no siempre significa que el producto sea saludable. "Muchos productos que aseguran no tener azúcares añadidos contienen ingentes cantidades de polialcoholes al doble o triple de precio sin aportar grandes diferencias", explica Cañada.


Existen ciertos ingredientes que, al aparecer en la lista de componentes de un producto alimenticio, deberían encender nuestras alarmas. Entre ellos destacan las grasas trans o grasas parcialmente hidrogenadas, que se utilizan para mejorar la textura y prolongar la vida útil de los alimentos procesados. Estas grasas están vinculadas con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Las grasas trans se encuentran comúnmente en productos horneados industrialmente, como galletas, pasteles, y algunas margarinas.


Los jarabes de glucosa-fructosa son otro ingrediente que empeora la calidad nutricional de los alimentos y se utilizan como endulzantes en una amplia gama de productos, desde bebidas azucaradas hasta salsas y alimentos ultraprocesados. Estos jarabes aportan calorías vacías, es decir, no contienen nutrientes beneficiosos y, además, su consumo excesivo está asociado con un mayor riesgo de desarrollar obesidad y enfermedades metabólicas. “Es una pena que encontrar el azúcar en los ingredientes se esté convirtiendo en una sopa de letras”, aseguran desde FITstore.


Un estilo de vida saludable más allá de la etiqueta


La próxima vez que te encuentres en el supermercado, recuerda revisar con atención las etiquetas nutricionales y no dejarte llevar únicamente por los reclamos publicitarios. La salud empieza en la comprensión de lo que comemos realizando ejercicio regularmente.

​Cinco consejos para leer etiquetas nutricionales y evitar las trampas publicitarias de los alimentos

Guía para interpretar la composición de los productos y no caer en los reclamos publicitarios
Redacción
jueves, 5 de septiembre de 2024, 09:58 h (CET)

Con la vuelta de las vacaciones, son muchas las personas que buscan mantener un estilo de vida más saludable y cuidar su alimentación. Sin embargo, en una sociedad donde la publicidad del sector de alimentación es cada vez más agresiva, resulta crucial aprender a interpretar las etiquetas nutricionales para no caer en trampas comerciales que podrían sabotear nuestros esfuerzos por mantener unos hábitos saludables.


Unnamed


Uno de los principales desafíos a los que se enfrenta el consumidor actual es su desconocimiento acerca de los procesos de producción alimenticios y la adopción de estrategias poco eficaces para mantener una dieta saludable. Así lo reconoce Luis Cañada, responsable de estudios nutricionales de FITstore.es: “Técnicas habituales como comer menos cantidad, restringir alimentos o contar calorías son algunos de los errores más habituales. Es esencial tener en cuenta la calidad de los alimentos que se están consumiendo, leyendo correctamente las etiquetas de cada producto”.


Consejos para interpretar las etiquetas nutricionales:


1. Fíjate en la lista de ingredientes antes que en los reclamos publicitarios del envase:

“Esta lista proporciona información fundamental sobre qué contiene realmente el producto y está ordenada de mayor a menor, es decir, los ingredientes que aparecen primero son los que se encuentran en mayor cantidad”, explica Cañada. Es crucial prestar atención a los ingredientes que ocupan los primeros lugares: si el producto contiene azúcares, harinas refinadas, aceites hidrogenados o aditivos artificiales al principio de la lista; si lo contienen el producto no va a ser interesante independientemente de los reclamos que tenga en el frontal. Aprender a revisar el listado es fundamental y sin eso nada de lo demás vale”.


2. No calcules por 100g, hazlo por ración:

Ten en cuenta la unidad de consumo y no tanto los 100g y usa esta última medida como referencia tan solo para comparar productos análogos. “Los valores nutricionales por 100g casi nunca se ajustan a los valores por porción, que es lo realmente interesante. Dejamos de escoger productos por revisar únicamente los 100g cuando el tamaño por ración no tiene nada que ver. Además, permite llevar una alimentación mucho más flexible”.


3. Las calorías por sí solas no significan nada:

“Centrarse solo en las calorías es aislar sin sentido y no sirve de nada por sí solo”, asegura Cañada: “Es como elegir un coche por el color sin prestar atención a su motor o a sus prestaciones”.


4. Cuidado con los reclamos High Protein y rico en fibra:

Los alimentos funcionales están de moda, es un hecho, sin embargo “la fibra nos la han vendido siempre como que es necesaria y que es deficitaria en nuestra dieta. Eso es solo una verdad a medias. Que tomes más fibra no se traduce en que vayas a tener mejor tránsito intestinal”.


Junto al consumo de fibra es importante añadir la cantidad adecuada de agua para no obtener el efecto contrario y mantener así un correcto equilibrio entre hidratación y salud intestinal.


Por otra parte, la tendencia del alto en proteínas sigue en auge y ya podemos acceder incluso a través de las marcas blancas: “El high protein es peligroso porque socialmente se está adoptando con comer mejor y tampoco es eso; hay que saber identificar qué fuentes proteicas se están empleando y si es realmente necesario ese extra de proteínas. No hay que aislar ese macronutriente, pues un producto alto en proteínas no lo exime de tener grasa o hidratos, o incluso azúcares ocultos.

Además, hay que tener en cuenta que trampear los valores de la proteína es muy fácil si se añaden aminoácidos. La proteína ha de ser calidad y eso es lo que hay que localizar en las etiquetas: ha de provenir de la leche, de los huevos, de la carne y el pescado y de la buena combinación si optas por no tomar productos animales”.


5. Los productos "light" o "diet" incitan a un mayor consumo:

Que un producto sea light no se traduce en que tenga menos calorías. Esta terminología está acuñada más allá de las calorías: "Erróneamente se cree que los productos Light tienen un 30% menos de calorías, pero podría estar haciendo referencia a la sal, por ejemplo, y no al total calórico. Recurrir a este tipo de productos es un campo muy amplio y hay que ir con pies de plomo. Mientras más claims de venta encontramos en el frontal, más deficiencias están ocultando los productos.


La importancia de detectar las trampas de la publicidad:


Interpretar las etiquetas permite identificar estrategias turbias como el uso del reclamo "0% azúcares añadidos" en numerosos productos alimenticios. Este tipo de etiquetado suele atraer a consumidores que buscan reducir el consumo de azúcar, pero no siempre significa que el producto sea saludable. "Muchos productos que aseguran no tener azúcares añadidos contienen ingentes cantidades de polialcoholes al doble o triple de precio sin aportar grandes diferencias", explica Cañada.


Existen ciertos ingredientes que, al aparecer en la lista de componentes de un producto alimenticio, deberían encender nuestras alarmas. Entre ellos destacan las grasas trans o grasas parcialmente hidrogenadas, que se utilizan para mejorar la textura y prolongar la vida útil de los alimentos procesados. Estas grasas están vinculadas con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Las grasas trans se encuentran comúnmente en productos horneados industrialmente, como galletas, pasteles, y algunas margarinas.


Los jarabes de glucosa-fructosa son otro ingrediente que empeora la calidad nutricional de los alimentos y se utilizan como endulzantes en una amplia gama de productos, desde bebidas azucaradas hasta salsas y alimentos ultraprocesados. Estos jarabes aportan calorías vacías, es decir, no contienen nutrientes beneficiosos y, además, su consumo excesivo está asociado con un mayor riesgo de desarrollar obesidad y enfermedades metabólicas. “Es una pena que encontrar el azúcar en los ingredientes se esté convirtiendo en una sopa de letras”, aseguran desde FITstore.


Un estilo de vida saludable más allá de la etiqueta


La próxima vez que te encuentres en el supermercado, recuerda revisar con atención las etiquetas nutricionales y no dejarte llevar únicamente por los reclamos publicitarios. La salud empieza en la comprensión de lo que comemos realizando ejercicio regularmente.

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