El día 7 de septiembre de 1921, es decir, hace 103 años, se fundó en Dublín, Irlanda, por una inspiración celestial, la Legión de María, la mayor asociación apostólica seglar de la Iglesia Católica. Se puede asegurar, sin temor a equivocarnos, que estos soldados legionarios son los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Para ser legionario de la Virgen, cualquier católico que practique su fe puede ser miembro; está abierto a todos, sin distinguir lenguas, raza ni nación. La Legión de María no admite cambios, permanece inmutable, y eso es precisamente lo que hace que mantenga su espíritu inicial. Es el ideal perfecto de todo católico que quiera vivir su espíritu apostólico. Está extendida por todo el mundo y ha dado multitud de frutos espirituales, porque el legionario imita y quiere tener el mismo espíritu, y así Ella puede transmitir su espíritu celestial. La nueva Iglesia ha fracasado, porque ha perdido su espíritu original, y en lugar de “id y predicad” como mandó Cristo, permanece a la defensiva y ha olvidado que la vocación cristiana es la santidad y su destino, la vida eterna.
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