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Economía subrepticia

No todo vale con tal de sacar beneficios
Francisco J. Caparrós
martes, 20 de septiembre de 2016, 00:19 h (CET)
A quienes ponen el grito en el cielo, porque se han creído que en Baleares no existe más actividad económica que la del turismo, cabría decirles que no es como piensan en absoluto; y aun así, costaría disuadirlos de su inopia. Otra cosa muy distinta es a qué clase de negocios me remito para hacer con esa rotundidad una aseveración semejante; porque, legales o ilegales, el caso es que en nuestras islas parece ser que se encuentran radicados -poca broma con eso- algunos de los mayores laboratorios clandestinos para la fabricación de drogas de síntesis que existen en Europa. Aunque todavía no está claro, sin embargo, a dónde van a parar los pingües beneficios que una empresa de esa envergadura y sector consiguen recaudar en cada ejercicio.

Entiendo, cómo no, que las particularidades que presenta un negocio como ese no le hacen acreedor de nada de lo que se pueda presumir delante de nadie con un mínimo de escrúpulos, pero otorga a quien sepa distinguirlo la posibilidad de reflexionar acerca de la clase de turismo que aterriza en nuestras islas, todos los veranos y sin excepción, para montar la de Dios es Cristo. Porque, francamente, dudo mucho que el mercado interior sea capaz de absorber todo el volumen de producción, de unos laboratorios que suelen trabajar a pleno rendimiento para poder atender diligentemente todas las demandas que les llegan.

El presunto delincuente, un técnico de laboratorio en la Universidad de les Illes Balears y de nacionalidad húngara, asegura el rotativo del que he extraído la noticia y la buena o mala inspiración para confeccionar este artículo, ha sido si no el mayor uno de los mayores proveedores de speed de toda Mallorca. Para ello contaba con una amplia red de camellos que distribuían la droga por las discotecas y salas de fiesta de la isla. Si esto no es una industria, y de lo más boyante, que proporciona trabajo a un puñado de gente, no sé a qué otra cosa podría denominársela así y con tanta contundencia.

Ahora en serio. No todo vale con tal de sacar beneficios, eso lo sabe cualquier chiquillo sin la necesidad de habérselo inculcado previamente. Ni los estragos en el encéfalo de quien lo consume, y tampoco el deterioro ecológico que provoca la masiva afluencia de turistas a un territorio finito, son de recibo. Confiemos en que las autoridades tomen pronto cartas en el asunto.

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