En la ofensiva diplomática para un alto el fuego en Gaza, se trabaja sobre la propuesta israelí avalada en mayo por Washington y el Consejo de Seguridad de la ONU. Pese a esta iniciativa, Israel no ha frenado su ofensiva, y son ya 40.000 las víctimas mortales palestinas, la mayoría mujeres y niños. Se acusa al Gobierno de Netanyahu de falta de interés por la paz motivado por intereses partidistas, y no faltan argumentos. Esta postura, sin embargo, no puede obviar que para ningún gobierno israelí resultaría asumible un liderazgo fortalecido en Gaza del grupo responsable de los salvajes atentados del 7 de octubre. Pero si el problema es ese, la campaña militar no lo resuelve, sino que lo agrava. Llámese Hamás o de otra manera, el radicalismo sale fortalecido por el castigo colectivo impuesto a los gazatíes. Y la credibilidad de los aliados de Israel, en primer lugar EE.UU., queda muy tocada por su doble vara de medir. Un actor que aspire a un papel mediador debe comprometerse con la legalidad internacional. No es solo el alto el fuego. La Corte Internacional de Justicia acaba de reafirmar la ilegalidad de la ocupación de Palestina. Falta por ver quién y cómo exigirá a Israel acatamiento.
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