De momento en Oriente Próximo hablan las armas y no existe un mínimo espacio para que unos y otros piensen el futuro, que sólo podrá edificarse sobre nuevas bases, no solo políticas, sino éticas y culturales. Así las cosas, la complejidad de este proceso, en el que no puede ni debe negarse la crueldad con la que miles de inocentes, los que sobreviven, sufren un trauma que condicionará sus vidas, reclama finura diplomática y altas dosis de inteligencia. Irán promete venganza e Israel decide no elevar la alerta militar. Rusia juega sus cartas y la administración Biden lo tiene complicado porque el apoyo a Israel es muy cuestionado por las bases demócratas. Y, sin embargo, la propuesta de un mandato internacional que permita caminar hacia el reconocimiento mutuo de los dos Estados sigue siendo viable. Es posible que Netanyahu se niegue, pero Israel seguirá cuando, de una u otra forma, termine su mandato.
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