El agua es un bien de vida tan necesario como indispensable, pero con un riesgo más que evidente, su escasez. Según las previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se prevé que en 2050 el consumo de agua habrá aumentado un 55% respecto al año 2000 para satisfacer las demandas industriales y ciudadanas, lo que ocasionará que en torno a 5.000 millones de personas tendrán serios problemas para cubrir las necesidades diarias.
Pero el problema se agrava en cuanto que para sustituirla no existe ningún sucedáneo. Y los países con mayor peligro de quedarse sin agua para el consumo humano son los situados geográficamente en el Sudeste asiático, Oriente Medio, el continente africano y algunos de Sudamérica. De hecho en ciertas zonas se han tomado ya medidas drásticas de racionalización del uso de agua por persona o cortes de suministro por su ínfima calidad.
Datos
Actualmente, solo el 0,025% del agua del planeta es potable y accesible para el consumo humano. Pero cerca de 2.500 millones de personas se ven privados de servicios de suministro que gestionen la calidad para una utilización segura.
Se estima que la Tierra tiene más de 1.386 millones de kilómetros cúbicos cubierta por agua; es decir, tres cuartas partes de la superficie terrestre, pero el 97% se encuentra en los mares y océanos, o lo que es lo mismo, es salada; mientras que tan solo el 2,5% corresponde a agua dulce. Sin embargo, el 70% de ésta se encuentra congelada en los polos y glaciares, el 29% sumergida en los acuíferos subterráneos y el 1% en cuencas hidrográficas.
Y esta escasez ocasiona, entre otras muchas cosas, que un millón de personas fallezcan al año por la carencia de agua a causa de enfermedades diarreicas contraídas por la insalubridad del agua debido a un saneamiento insuficiente de la misma.
Si solo el 1% del agua dulce del mundo está disponible para el consumo humano, el problema se agrava cuando el 90% de la usada en países en vías de desarrollo retorna a ríos, arroyos o embalses sin tratamiento alguno y en buena parte contaminada El agua potable que utilizamos para beber o asearnos representa exclusivamente el 8% de su consumo anual, el 22% se utiliza para la industria y el 70% para la agricultura.
Causas y consecuencias
Podrían enumerarse muchas causas que provocan la escasez hídrica, pero fundamentalmente lo desencadena la destrucción de fuentes naturales de agua por la sobreexplotación de ríos y reservas subterráneas, el aumento de la demanda por el crecimiento poblacional, industrial o agrario, la insuficiente distribución mundial y su falta de equidad, el éxodo del campo a las ciudades, la urbanización masiva y la saturación poblacional en grandes urbes y la extracción insostenible que impide el ciclo hidrológico como recurso renovable.
Pero, sin duda, el factor humano ha sido el más decisivo, originando el aumento en la contaminación de las aguas por el vertido incontrolable de desechos industriales, domésticos y agrarios procedentes de campos de cultivo donde se han utilizado sustancias agroquímicas y, sobre todo, el cambio climático, gran responsable de las sequías.
Y las consecuencias son más que evidentes. La renovación y suministro de agua cada vez es más ardua y desigual, la población mundial comienza a sufrir estrés hídrico por los obstáculos para proveerse de ella, los perjuicios que sufre la calidad del líquido elemento son más visibles y, por ende, crece el riesgo para la salud por una deficitaria higienización y los conflictos bélicos entre estados, que si bien aún no han sucedido, podrían originarse en un futuro próximo.
Soluciones
Expertos en la materia señalan que las soluciones a la escasez pasan por una optimización del consumo de los recursos hídricos, la reutilización de las aguas residuales mediante su tratamiento, el ahorro del agua en el hogar, la apuesta por el reciclaje y el fomento de la agricultura sostenible y respetuosa con el medioambiente.
Sin olvidar propuestas radicales, que buscan una concienciación mundial, como la de aumentar el precio del agua para racionalizar su consumo, aunque el más perjudicado sería como siempre la población menos pudiente.
No sin descartar algunas medidas que ciertos gobiernos comienzan a poner en práctica como la de apostar por la desalinización del agua, que si bien es un proceso caro por su alto coste energético, sería muy eficaz. Y, en menor medida, la utilización de potabilizadoras en viviendas, empresas o industrias que eliminen contaminantes de las aguas salobres o subterráneas. No hay duda de que el agua es un bien irreemplazable. Limitado, sí. Y vital su preservación.
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