El victimismo es una mentalidad donde las personas se ven a sí mismas como víctimas de las circunstancias o de otras personas, lo cual les lleva a sentir que no tienen control sobre su vida. Este pensamiento crea una retroalimentación emocional similar a la adicción a otras emociones negativas, ya que, al verse como víctimas, las personas pueden experimentar una sensación de alivio temporal al evitar la responsabilidad o la acción, pero a largo plazo refuerzan su sensación de impotencia y frustración.
Este ciclo refuerza la identidad de víctima, alimentando pensamientos como "todo está fuera de mi control" o "siempre me pasa lo peor", que a su vez justifican la inacción o el autosabotaje. Los que tienen éxito han tenido suerte, y en cambio todo el mundo va en su contra y por eso no han avanzado.
El libro The Craving Mindde de Judson Brewer explica cómo las personas pueden volverse adictas no solo a sustancias o actividades, sino también a patrones de pensamiento negativos y emociones como el miedo o la ansiedad. Estos patrones de pensamiento crean un ciclo de retroalimentación que refuerza comportamientos destructivos y mantiene a las personas atrapadas en una espiral de negatividad.
Uno de los conceptos clave es la rumiación, que se refiere al hábito de pensar de manera repetitiva y pasiva sobre emociones negativas. Según Brewer, cuando una persona se enreda en este tipo de pensamiento, se desencadena un bucle de comportamiento-recompensa, muy similar al ciclo de adicción a las sustancias. La persona recibe una especie de "recompensa" al reforzar su identidad emocional negativa. Esto ocurre cuando las personas, en lugar de buscar maneras de sentirse mejor, eligen patrones que les permiten continuar sintiéndose mal. Como señala el autor, este tipo de pensamiento se vuelve familiar para la persona, y por tanto, difícil de romper.
Un estudio que cita Brewer, realizado por la psicóloga Susan Nolen-Hoeksema, analiza cómo las personas que adoptan estilos de respuesta rumiativos tienden a tener más probabilidades de desarrollar síntomas depresivos a lo largo del tiempo. Esto sugiere que la rumiación no solo está vinculada al desarrollo de la depresión, sino también a su persistencia.
Por lo tanto, estos patrones de pensamiento negativos se comportan como una forma de adicción, donde las personas están atrapadas en un ciclo de recompensa-desagrado que refuerza su percepción negativa de sí mismas. Esto tiene implicaciones profundas para entender cómo las emociones y el pensamiento negativo no solo afectan la salud mental, sino también cómo se puede aplicar la atención plena (mindfulness) para observar estos pensamientos y romper el ciclo.
Así pues, para romper el ciclo vicioso de los patrones de pensamiento negativo y las emociones como el miedo y la ansiedad, Brewer sugiere el uso de la atención plena como una herramienta fundamental. La atención plena, o mindfulness, permite que las personas observen sus pensamientos y emociones sin juzgarlos o reaccionar automáticamente a ellos. En lugar de quedar atrapados en el ciclo de reactividad automática, la práctica de mindfulness les ayuda a generar una pausa entre el pensamiento o la emoción y la reacción que normalmente seguiría. Al ser conscientes de lo que están experimentando, las personas pueden comenzar a desvincularse de los pensamientos y emociones negativos, permitiéndoles elegir respuestas más saludables.
Al igual que con el miedo y la ansiedad, el victimismo puede romperse a través de la atención plena y la autoobservación. Al observar los pensamientos de victimismo sin reaccionar a ellos, las personas pueden empezar a desafiar esas creencias automáticas y optar por una mentalidad más activa y responsable. De esta forma, es posible salir de la espiral de victimismo hacia una espiral de paz, donde se cultiva una mayor autoeficacia y empoderamiento.
Brewer compara este proceso con el acto de "surfear sobre las olas" de las emociones o pensamientos difíciles. Las emociones, como las olas, suben y bajan, pero si uno puede observarlas sin involucrarse demasiado, eventualmente se disipan. Con la práctica constante, es posible reemplazar el ciclo de retroalimentación negativo con una espiral de paz. Este nuevo ciclo se refuerza al aprender a experimentar los desafíos emocionales sin resistirlos ni aferrarse a ellos. En lugar de generar reacciones automáticas de lucha o huida, las personas pueden cultivar una sensación de calma y ecuanimidad. Al practicar la atención plena regularmente, se va estableciendo un nuevo patrón de respuesta que, en lugar de perpetuar el estrés y la ansiedad, fomenta una mentalidad de aceptación y paz interior.
Este cambio gradual permite que las personas sustituyan las reacciones emocionales reactivas por elecciones más conscientes, que a su vez crean un nuevo ciclo positivo de bienestar emocional y mental.
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