Un aspecto, aunque transversal, importante para Europa es el envejecimiento de la población. Aunque se respete el principio de subsidiaridad en el más amplio sentido de la expresión –incluye la valoración de cambios culturales que afectan al reconocimiento social de la maternidad-, la Unión Europea no puede parecer pasiva ante el evidente y progresivo invierno demográfico.
A la vez, y a pesar de que se ha avanzado mucho, en Europa es preciso seguir desarrollando políticas comunitarias de emigración y asilo con más precisión y eficacia. Los términos del debate son bastante conocidos. Las soluciones dependen de una voluntad política firme, que armonice cuestiones con frecuencia divergentes.
En cualquier caso, frente al fenómeno de la abstención y la desconfianza hacia la política, se impone redefinir la estructura de las instituciones comunitarias, para que se abran de veras a los intereses prevalentes de los ciudadanos respecto del bien común europeo.
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