Durante mucho tiempo se ha cumplido la asistencia a misa los domingos, en los países cristianos, con más o menos rutina, con más o menos fe, con muchos o pocos conocimientos. Era lo que se vivía, con poca o mucha devoción, pero con mucho empeño por parte de todos los creyentes que han sabido profundizar. En los tiempos que corren hay muchas dificultades para vivir en cristiano. Se extiende la inmoralidad, que aparta de Dios, se introduce un materialismo que induce al egoísmo, y se olvidan las necesidades del alma.
Para vivir en cristiano, para sentirse cerca de Dios, para agradecer en el día a día que Jesucristo, Hijo de Dios, haya sufrido por nosotros, tenemos que sentir el milagro, debemos acercarnos a las necesidades de nuestra alma, apartando un poco lo puramente material, de manera que podamos valorar el amor de Dios.
Sentimientos de amor. Meditar la Pasión de Cristo. Personarse en la Última Cena y admirar el asombro de los apóstoles que se ven comiendo el Cuerpo de Cristo. Hay películas, hay libros, hay cuadros que representan ese momento que podemos representar como el centro de la historia, el Cenáculo y el Calvario donde muere Jesús.
Entrar, en cada misa, en los sentimientos redentores de Cristo. Es Dios, Uno y Trino, nos ha creado, nos da una vida llamada a la eternidad, y se queda en la Eucaristía para ser nuestro alimento. Nunca lo valoraremos suficientemente.
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