La maldad humana es un tema que siempre ha sido objeto de estudio y reflexión a lo largo de la historia, de igual forma a día de hoy sigue siendo relevante y bastante preocupante. La maldad puede manifestarse de múltiples formas, desde actos violentos y criminales hasta manipulaciones emocionales y comportamientos moralmente muy cuestionables.
Reputados psicólogos afirman que todos los humanos podemos ser capaces de cometer actos malvados, los estudios se centran en entender los mecanismos psicológicos y neurocientíficos detrás de todos estos comportamientos, puesto que la maldad no es exclusiva de ciertos individuos, sino que todos podemos poseer el potencial de hacer el mal en determinadas circunstancias.
Además, la maldad humana puede estar influenciada por factores genéticos y ambientales y su manifestación puede variar según el contexto social, la cultura, la influencia de terceras personas, la falta total de empatía y compasión hacia los demás, incapaz de comprender o preocuparse por los sentimientos de las víctimas y sus circunstancias, prejuzgando sin saber la realidad de las cosas, todo ello puede contribuir a comportamientos malvados e injustos.
Otros factores importantes pueden ser, la exposición a la violencia en el hogar, la comunidad, incluso en los medios de comunicación, puede llegar a normalizar dicho comportamiento violento, además de la pobreza, la falta de educación y las condiciones difíciles pueden aumentar el estrés y la frustración, que también pueden llevar a la violencia.
Algunos estudios sugieren que ciertos desequilibrios químicos en el cerebro, como niveles anormales de serotonina o dopamina, pueden estar relacionados con comportamientos agresivos, al igual que las normas y valores culturales pueden influir en la percepción de dicha violencia, incluso muchas de estas personas no dan apariencia ninguna de sufrir estos comportamientos.
Otra causa a tener en cuenta, son las experiencias traumáticas, como el abuso o la negligencia en la infancia, que pueden dejar cicatrices emocionales profundas y que pueden manifestarse en comportamientos violentos en edad adulta.
Incluso grandes lÍderes, con una desmesurada ansia de poder, pueden llegar a límites espeluznantes, sin importarles para nada las muertes de miles de personas, con el único fin de conseguir la meta que ellos persiguen.
También la maldad dentro del propio núcleo familiar puede ser desvastadora, el impacto de este tipo de maldad es profundo y duradero, las víctimas pueden sufrir traumas, estrés, ansiedad, depresión e incluso problemas físicos de salud.
Además, las relaciones familiares pueden quedar fracturadas, llegando a un aislamiento total por parte de la víctima, puesto que lo primero es la salud, por tanto, es primordial apartarse de las personas tóxicas, en favor de la tranquilidad.
Es muy importante recordar que ninguno de estos factores justifica en absoluto la violencia, bajo ningún concepto.
El propio Maquiavelo decía, “que los hombres vacilan menos en hacer daño a quien se hace amar que a quien se hace temer, pues el amor se sostiene a través del vínculo de la obligación, la cual, habida cuenta de la maldad humana, queda rota siempre que la propia utilidad da motivo para ello. En cambio, el temor se sostiene por el miedo al castigo, el cual jamás nos abandona”. Sabias palabras.
La prevención y el tratamiento de todos estos problemas, requieren un enfoque integral que aborde todos los diversos factores que influyen, pero algo también muy importante, es ser consciente de que se tiene el problema y saber reconocerlo, aunque la inmensa mayoría de estas personas, rara vez lo hacen, incluso consideran que están siempre en posesión de la verdad.
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