Detalle de su firma en proceso inquisitorial, c. 1587-88
Elena de Céspedes, nacida en Alhama de Granada, Granada en 1545, fue uno de esos personajes que, de tanto salirse del guion, se convierten en leyenda.
Mulata de nacimiento, hija de una esclava negra y de su propietario, Benito de Medina, su vida estuvo marcada por la lucha contra las imposiciones de su tiempo.
En sus primeros años fue bautizado con el nombre de Elena, en memoria de la difunta esposa de su padre y creció entre el mundo del que era hija y la libertad que le fue concedida a los ocho años al ser manumitida.
Desde joven, su vida fue un constante viaje entre trabajos humildes y roles impuestos, casándose muy joven con un albañil, Cristóbal Lombardo, con quien tuvo un hijo que terminaría dejando al cuidado de una familia en Sevilla.
Fue la suya una vida que parecía predestinada a la sumisión, hasta que un día en Sanlúcar de Barrameda, tras un altercado que acabó con una apuñalada, Elena decidió que su vida no seguiría el curso marcado para una mujer en el siglo XVI.
Cambió entonces sus vestidos por ropas de hombre y su nombre pasó a ser Eleno. Desde ese momento, su vida fue la de un hombre.
Como soldado, luchó bajo el mando de don Juan de Austria en la Rebelión de las Alpujarras. Pero su verdadera pasión no fue la guerra, sino la medicina. De pueblo en pueblo, con el disfraz de una vida itinerante, Eleno trabajó como calcetero, tejedor y cirujano y fue en este último oficio donde alcanzó reconocimiento. Obtuvo el título de cirujano, algo insólito para alguien que había comenzado su vida como mujer. Con un pie en la ciencia y otro en la incertidumbre de su propia identidad, Eleno vivió en la ambigüedad hasta que la notoriedad de su historia llamó la atención de las autoridades.
En 1586, el vicario de Madrid solicitó un examen para verificar su sexo, encargando la tarea a Francisco Díaz, cirujano del rey Felipe II y pionero en urología; y Díaz dictaminó que Eleno era un hombre, lo cual le permitió casarse con María del Caño y seguir ejerciendo como cirujano en Yepes.
Pero la calma duró poco. En 1587, un antiguo conocido lo denunció ante el Gobernador y su vida fue puesta bajo el escrutinio de la justicia. En Ocaña, fue examinado por médicos y matronas, quienes dictaminaron que Eleno era en realidad una mujer.
La Inquisición intervino y Eleno fue llevado a Toledo, donde fue sometido a más exámenes. Esta vez, los expertos, encabezados nuevamente por Francisco Díaz, rectificaron su diagnóstico, afirmando que Eleno no era ni hombre ni hermafrodita, sino una mujer que había logrado, mediante una extraña y dolorosa automutilación, simular caracteres masculinos.
Exámenes y declaraciones en el proceso son del todo humillantes y se lo o la acusa de todo lo posible pues como mujer habría cometido unas faltas según la ley y mentalidad de la época y la institución de la Inquisición u hombre habría cometido otras faltas. Aquella que nació mujer e incluso habría sido madre, negaba su condición física porque su psique determinaba otra cosa. No sabemos si ella misma se operó para tener cuerpo masculino o la naturaleza le dio la posibilidad de ser madre y hombre a la vez, no estábamos allí para saberlo, pero está el proceso inquisitorial que habla de una vida condenada y en el purgatorio desde el nacimiento, luchado contra sí y contra el mundo; buscándose a sí y chocando contra muros innumerables.
Fue acusado de hechicería, sodomía y bigamia, pero finalmente solo fue condenado por bigamia. La sentencia, una de esas condenas medievales que mezclaban el castigo con la humillación pública, le impuso doscientos azotes y diez años de reclusión en hospitales, donde debía ejercer como cirujano sin cobrar.
En 1588, Elena/o fue enviado al Hospital del Rey en Toledo, donde se convirtió en una figura célebre, un médico al que acudían no solo enfermos, sino también curiosos deseosos de conocer a este enigmático cirujano. Pero la fama no le trajo la paz. En 1589, el hospital solicitó su traslado debido al alboroto que causaba su presencia y en este momento se pierde el rastro de su vida.
Elena de Céspedes o Eleno, como parece que quería ser, es un personaje que desafía las etiquetas, un alma que no encajaba ni en el cuerpo ni en la sociedad que le tocó vivir.
Su historia, trágica en muchos sentidos, recuerda a la de Catalina de Arauxo, la famosa monja alférez y escritora, pero sin la suerte que ésta tuvo de poder vivir sus días como hombre como era su voluntad.
Eleno, con su operación o automutilación y su determinación, parece haberse rebelado contra todo lo que su sexo y su tiempo le imponían, quedando como uno de los primeros casos documentados de una persona transgénero en la historia de España.
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