Con suavidad, pero con claridad y contundencia, el Papa, en su primer discurso durante su visita a Luxemburgo, situaba las migraciones en un lugar destacado de su agenda en Luxemburgo y Bélgica. Ciertamente, el momento es delicado, y Francisco lo sabe. Muchos europeos ven el futuro con incertidumbre, y los populismos han encontrado un chivo expiatorio en el extranjero. El Papa apeló a una Unión Europea que aspire a estar a la altura de sus ideales fundacionales a no caer en esta trampa. A los cristianos, sin embargo, nos recuerda que, para nosotros, la exigencia es todavía mayor. Dios no solo camina con las personas migrantes; desea ser encontrado en ellas. La oración del Papa para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado es un recordatorio de que el cristiano vive en su propia patria como extranjero. Del mismo modo, estamos llamados a tratar al extranjero como a un hermano o hermana, igualmente ciudadano del Cielo.
|