Cuando empecéis a matar judíos, consideradme uno de ellos. Cuando el hedor de vuestro fétido odio os sea insoportable, metedme en sus filas. Cuando el asco que sentís por vosotros mismos, cuando el miraros al espejo os resulte repugnante, cuando al compararos con ellos os resulte insoportable, aquí me tenéis para lo que mandéis. No es que yo sea como ellos, ¡qué más quisiera yo! No es que tenga amigos entre ellos, no es que me postule para ser uno de ellos, yo solo quisiera ser uno de ellos para ser merecedor de vuestra inquina. Por eso pongo mi cuello en vuestra guillotina para que os aliviéis. Cuando el caldo de vuestra podrida rabia entre en ebullición, pensad que aquí tenéis la vacuna. Descargad sobre mí toda la náusea que sentís por vosotros mismos. Ya sé que no seré de gran ayuda ¡qué más quisiera yo!, pero os hará sentir mejor. A ser posible y para que vuestro maldito antisemitismo se vea recompensado, cocedme a fuego lento, ¿Qué os parece la idea de empalarme y asarme como a un pollo? Para que mi muerte os sirva de regocijo, es mi deseo. que cuando os decidáis a dar el paso, ¡malditos bastardos! Que invitéis al evento a los colegas de vuestra palo para que, arropados por el número, el vino y la fiebre, dancéis desnudos como posesos alrededor de la hoguera. Prometo no defenderme, ni decir palabras malsonantes como: hijos de la gran puta, malnacidos, me cago en vuestros muertos, etc. ¡Uy, perdón! No serviría de nada y rompería el encanto de la aquelarre, ¿no os parece?
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