Los habitantes de muchas zonas rurales de infinidad de países, se unen en sus respectivos lugares, recogen firmas, redactan alegaciones con el alma en la pluma, porque cada palabra es un ladrillo en la muralla que levantan contra el despojo y el desalojo de sus formas de vida, es decir, no es solo un proyecto, es su existencia, es el derecho a respirar un aire que necesitan limpio, que es suyo: es el derecho a vivir rodeados de naturaleza y a soñar con un futuro donde la sostenibilidad no sea un espejismo en manos de especuladores. No serán cómplices de la injusticia, ni de la devastación disfrazada de progreso. Defenderán con fervor sus pueblos, ante intereses que deshumanizan y tratan de convertirlos en tierra de padecimiento. En esta lucha, donde el amor a la tierra y la dignidad del ser humano se entrelazan, estas gentes dejan claro que no están solas, que cuentan con el clamor de todos los que aman la vida. No se lo merecen, no, y por eso, juntos, se levantan por un mañana donde la esperanza florezca en cada rincón de sus pueblos.
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