Durante décadas, la ludopatía fue vista como un vicio, una falta de carácter o incluso un defecto moral. Las personas que sufrían de esta adicción eran frecuentemente señaladas y estigmatizadas, consideradas responsables de su comportamiento destructivo, sin embargo, los avances en la investigación médica y psicológica han transformado esta percepción.
Hoy, la ludopatía es reconocida como un trastorno psicológico, una enfermedad compleja que afecta no solo al individuo, sino también a su entorno familiar y social.
La ludopatía, también conocida como trastorno del juego, es un desorden de control de impulsos caracterizado por la incapacidad de resistirse al impulso de jugar a pesar de las graves consecuencias negativas.
Esta enfermedad fue oficialmente incluida en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos, como un trastorno adictivo.
A diferencia de un simple pasatiempo o entretenimiento ocasional, la ludopatía implica un patrón recurrente de juego que interfiere con las responsabilidades personales, profesionales y sociales de la persona. La búsqueda del alivio emocional a través del juego y la incapacidad para detenerse, incluso cuando las pérdidas son devastadoras, son características distintivas de esta adicción.
En el pasado, la ludopatía se asociaba con la idea de debilidad de carácter, se asumía que quienes caían en este problema eran simplemente incapaces de controlarse o carecían de voluntad.
Este estigma dificultaba que las personas afectadas buscaran ayuda, reforzando un ciclo de vergüenza y aislamiento. En cambio, la comprensión de la ludopatía comenzó con el avance de las neurociencias. Las investigaciones han demostrado que el cerebro de una persona con ludopatía, responde al juego de manera similar a como lo hace el cerebro de una persona adicta al alcohol o las drogas. La liberación de dopamina, una sustancia química que genera sensación de placer, es significativamente mayor durante las apuestas, lo que refuerza el comportamiento compulsivo. Este descubrimiento fue clave para desterrar la idea de que la ludopatía era solo un “vicio”.
Aunque cualquiera puede desarrollar ludopatía, algunos factores aumentan la probabilidad de padecerla, por ejemplo, factores genéticos, estudios sugieren que la predisposición genética puede influir en el desarrollo de comportamientos adictivos.
Factores psicológicos como la ansiedad, la depresión son frecuentes en estas personas. La normalización del juego, especialmente en ambientes donde las apuestas son una práctica común, incrementa el riesgo.
Las pérdidas financieras pueden ser devastadoras, llevando al endeudamiento extremoy en casos graves puede derivar hasta en patologías extremas, incluso el suicidio.
La desconfianza, los conflictos y el aislamiento son comunes en las familias de personas con ludopatía. Afortunadamente, hoy en día la ludopatía es tratable, la terapia cognitivo-conductual ayuda a identificar patrones de pensamiento y comportamiento que perpetúan la adicción y enseña estrategias para manejarlos.
En algunos casos, se emplean medicamentos para tratar problemas subyacentes como la ansiedad o depresión.
La evolución en la comprensión de la ludopatía, de un vicio percibido a una enfermedad reconocida, es un paso importante hacia un enfoque más humano y efectivo para abordar este problema. Reconocer que la ludopatía es una adicción permite brindar apoyo adecuado a quienes la padecen, reduciendo el estigma y mejorando su calidad de vida.
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