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Durante décadas, la ludopatía fue vista como un vicio, una falta de carácter o incluso un defecto moral. Las personas que sufrían de esta adicción eran frecuentemente señaladas y estigmatizadas, consideradas responsables de su comportamiento destructivo, sin embargo, los avances en la investigación médica y psicológica han transformado esta percepción.
Duele el dolor, aunque duele más la injusticia que le rodea. Es lo que entendí de las palabras de Rosa Mª Sarda en su relato de vida. Una entrevista donde explicaba la realidad social de un pasado en el que perdió a su hermano por la pandemia del sida. Por un momento, recordé aquella facilidad colérica para culpabilizar al resto en clara atribución a un egoísmo psicológico, toda vez, que nos acercábamos a la mayor osadía de nuestro tiempo: la ignorancia.
Según la Real Academia Española, la palabra estigma proviene del latín, sigma: marca o señal. En medicina el término estigma se ha empleado para indicar que ciertos diagnósticos, despiertan prejuicios contra las personas que los padecen.
Han pasado los tiempos en los que las palabras psiquiatra o sanatorio psiquiátrico, equivalían a pérdida completa del “oremus”… o locura. No hace muchos años los síntomas de una enfermedad mental o de una simple depresión, significaban la declaración de “apestado” ante el resto de la sociedad de aquel que los presentaba.
Casi la mitad de los pacientes con incontinencia no consultan con su médico por miedo o por vergüenza. Un dato que pone de relieve el infradiagnóstico de esta patología con la que conviven 420 millones de personas en el mundo. En España, se calcula que alrededor de 2 millones de españoles padecen incontinencia fecal y 6,5 millones urinaria.
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) ha emplazado a todos los países del mundo a despenalizar la homosexualidad, como una medida destinada a salvar vidas. Christine Stegling, directora ejecutiva adjunta de Políticas, Promoción y Conocimiento de Onusida, afirma que “la despenalización salvará vidas y es un paso crucial hacia la igualdad, la dignidad y la salud para todos”.
En tiempos agrestes, la lectura abriga. Releyendo el ensayo de Ortega y Gasset “El espectador” (Salvat, 1970), me detuve en el siguiente pasaje: “Cuando no hay alegría el alma se retira a un rincón de nuestro cuerpo y hace de él su cubil”.
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