Una mujer con mascarilla hace fotos en un cementerio de coches improvisado en Catarroja. Lo de menos son los coches ya sin color. Lo importante son las vidas que ya no son. Y tampoco serán. En Paiporta una familia vuelve a vivir donde el agua llegó a dos metros. El agua se lo llevó todo. Y el agua, el barro y el lodo parecen haber venido para quedarse. También las mascarillas. Los niños de Paiporta continúan yendo al colegio de Picassent. Porque la Dana se ha quedado a vivir en el suyo. La gente no quiere debatir de quién fue la culpa. En Paiporta y Catarroja quieren volver a vivir. Charlar en un bar después del trabajo. Respirar sin pesadillas ni dolor de cabeza. Ir al quiosco de la esquina. Saber que el presente es posible. Sólo si vives a dos metros bajo el agua, sabes lo que siente en una riada.
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