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Redes sociales sin menores de 16 años

El Parlamento australiano ha aprobado esta medida con la finalidad de hacer realidad la protección digital de los adolescentes y niños
José Manuel López García
sábado, 30 de noviembre de 2024, 11:13 h (CET)

El Parlamento australiano ha aprobado la primera ley mundial que prohíbe el acceso a redes sociales a los menores de 16 años. Con la finalidad de hacer realidad la protección digital de los adolescentes y niños. Es una medida polémica, ya que puede parecer excesivo tomar una medida tan radical. La ley contempla multas de hasta unos 30,5 millones de euros para las plataformas que la incumplan. Es cierto que esta nueva norma legal busca proteger a los menores del acoso y de potenciales problemas de salud mental y también de otros peligros como fraudes, engaños, etc. Indudablemente, será difícil que se logre, de una manera absoluta, que se respete el proceso de verificación de la edad real de los usuarios, ya que existen cuentas anónimas y todo tipo de trampas que es complicado neutralizar. Los problemas causados por los riesgos asociados a la privacidad y la seguridad en las comunicaciones son frecuentes, en relación con el uso de las redes sociales, por parte de los adolescentes. Se puede mejorar la alfabetización digital y la seguridad en línea, pero esto no es suficiente, porque los peligros son numerosos. Lo que no significa que los adolescentes no se puedan apoyar en recursos digitales y con unos tiempos en pantalla diarios, que sean racionales y no excesivos como está sucediendo con las redes sociales más utilizadas, ya que son adictivas para muchos adolescentes. El anonimato no debería ser permitido en las redes sociales y, en general, en internet, porque fomenta comportamientos incívicos: discursos de odio, acoso o desinformación. Las personas tienen que ser responsables de sus palabras y conductas, también desde una perspectiva digital. Cada vez se producen más ciberdelitos. Si se considera que existe impunidad, los comportamientos incívicos son más numerosos, porque no se aplican sanciones o no se descubre a los causantes.


Por tanto, debe haber normas claras que, si son infringidas, producirán inexorablemente unas consecuencias. Uno de los posibles ejemplos es el vandalismo en eventos masivos. Debe haber una autorregulación conductual de las personas, para que no realicen actos incívicos. Los buenos modelos de conducta son esenciales a nivel social, ya que el respeto y los buenos modales, pueden ser reproducidos e imitados por las personas. En cambio, las malas conductas también pueden ser imitadas por bastantes individuos. Las buenas conductas en el ámbito presencial deben servir de comparación y de modelo, de lo que se debe hacer en el mundo digital. No se debe trivializar la maldad, por parte de algunos medios de entretenimiento o comunicación. Existe una cierta desconexión emocional en una sociedad extremadamente superficial, en la que el individualismo es lo predominante y esto tiene consecuencias negativas.


La adicción a los móviles y a las redes sociales es evidente a nivel mundial. Contra esta situación se puede luchar de muchas maneras, pero también se puede desistir y conformarse con lo que está ocurriendo. No considero que sea una estrategia adecuada. Se pueden aplicar múltiples medidas que sean modificables o transformables sobre la marcha, para aumentar la seguridad digital de todos, no solo de los adolescentes. La pantallización a la que están expuestos, durante muchas horas cada día, gran cantidad de adolescentes en numerosos países es algo muy grave, porque limita la libertad y la vida hasta niveles increíbles, y es un problema muy serio para el buen desarrollo emocional y cognitivo de niños y adolescentes, a nivel mundial.


Algo que también señala el filósofo francés Eric Sadin al decir “Estamos en un proceso de pantallización de la existencia”, a través de la tiranía del individualismo. Considera, acertadamente, que las redes sociales están llenas de insultos, descalificaciones y monólogos vacíos. La nueva tecnología digital, si no se utiliza con sentido común y de modo racional, está reduciendo la autonomía de muchos, a pesar de que se crea lo contrario.


Parece que el mundo común está desapareciendo y lo que predomina es el relativismo y el escepticismo hacia todo. Los seres humanos enganchados a las redes sociales, parece que pierden buena parte de su esencia, sensibilidad y subjetividad. La política y los principios comunes  se están disolviendo, en una parte de la sociedad.


Principios éticos o valores como la fraternidad, la solidaridad y la compasión no son aplicados a la realidad vital y están como en el mundo de lo irreal o imaginario, pero son algo absolutamente necesario, para una humanización cada vez más necesaria de la vida. La organización política es fundamental, porque el individualismo a ultranza conduce al desastre, en todos los sentidos. Los humanos somos seres sociales o gregarios como decía Aristóteles y esto no se debe olvidar.


El tecnoliberalismo surgido a principios del siglo XXI ha dado a los usuarios de internet, el sentimiento de ser importantes mostrando partes de su vida en las redes. Ahora bien, también es preciso reconocer que la digitalización ha causado un estado de aislamiento colectivo que, por supuesto, no existe para una parte de los ciudadanos que usan bien los medios digitales, al servicio de su libre expresividad.

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