Los no próximos al PSOE, particularmente los prebostes del PP, insisten una y otra vez —con más ahínco desde que se ha celebrado el cuadragésimo primer congreso de los que se agrupan bajo estas siglas— en que no hay Gobierno, en que este Gobierno y, como consecuencia, el Estado, son fallidos. Gran error de análisis, aunque los de Feijoó ya nos tienen acostumbrados a esa abulia blandengue tan característica (a veces semeja astenia), que más parecen adolescentes inconstantes e indolentes, carentes de un proyecto que vaya más allá de unas horas apenas, que una oposición firme con deseos de cambiar el panorama político, no solo afeando (aunque tampoco son muy convincentes), sino exponiendo con ilusión, con confianza, destacando las virtudes de sus ofrecimientos.
Señor Núñez Feijóo, cuando alguien te aborda con violencia, te escupe, te insulta y te tira al suelo de un puñetazo, rodeado de amiguetes de la misma calaña para amedrentar, no vale con levantarse, estirarse el chaqué, limpiárselo y retar al agresor con dos bofetadas propinadas con los guantes de ópera para un duelo al amanecer junto a la tapia de la Almudena, por dos razones: la primera, más sublime, porque solo se puede ser un caballero con los homólogos, y no es el caso; la segunda, más prosaica, porque te va a volver a tumbar. Todo ha cambiado, señor Feijóo, espabile. El Congreso de los Diputados, el Senado y el Palacio de la Moncloa siguen estando en los mismos lugares emblemáticos e insignes de Madrid, pero ya no son barrios seguros, frecuentados por personas cultivadas y respetuosas con los demás, sino por aquellos de baja estofa, amorales y antidemocráticos de todo pelaje y condición (muy atildados la mayoría, eso sí), que, a pesar de sus diferentes estilos, están unidos bajo un mismo interés: acabar con la democracia para terminar con España. Pero no se confunda, no es que sean autócratas coyunturales para que triunfe su antiespañolismo, no; son antidemócratas por convicción, por mesianismo, por revancha, por falta de argumentos, por supremacismo, por patriotismo de sí mismos, que, como la marabunta, se unen para la destrucción.
Déjese de ensoñaciones, señor Nüñez Feijóo, no hay ni habrá ya en esas siglas, que tanto parecen fascinarle en ocasiones, socialdemocracia, sino Partido Sanchista Obsceno Expoliador: una organización al servicio de un líder, que, como hemos visto con más crudeza aún en los últimos tiempos, mediante el sesgo intelectivo, identifica amoralidad con flexibilidad, diálogo y negociación y se jacta, en consecuencia, de su falta de principios, de su procacidad, de su deshonestidad, como si fueran habilidades políticas al servicio del bienestar común, muestras señeras de las cuales son la colonización ideológica de las instituciones y la imposición extractiva del Estado, para mayor gloria de sus gobernantes y pobreza de sus gobernados.
Al igual que este congreso federal no ha sido fallido —pues ha reunido a miles de fanáticos, que, como fans arrebatados, han alentado al caudillo a seguir guiándolos por las procelosas y libertarias aguas del feminismo, la igualdad, el multiculturalismo y la plurinacionalidad, bajo el continuo acoso de la derecha, la ultraderecha, los bulos, el fango, la mentira y toda la panoplia de excusas y coartadas, empleadas a modo de argumentos victimistas para seguir cebando la intransigencia, el extremismo y el dogmatismo de los propios—, tampoco lo es el Gobierno, que cumple escrupulosamente con sus fines: hacer de la permanencia en el poder un modo de vida, unificando partido, Gobierno y Estado.
Por eso, señor Núñez Feijóo, no hay que escandalizarse cuando el presidente proclama a los cuatro vientos, con orgullo, que “tenemos una sola prioridad, volver a ganar las elecciones autonómicas, municipales y generales en 2027 en toda España”, porque hay que comprender que, para él, ganar es lo mismo que poder conformar un Gobierno, esto, lo mismo que gobernar y esto último, en sus manos y en las de la propaganda, garantía de progreso y prosperidad. No hay que hacer grandes aspavientos cuando oímos de boca de Isabel Rodríguez que se ha de acabar con la derecha (¿acaso albergaban usted o su partido esperanzas de que quedara un ápice de espíritu democrático en el PSOE?), sino, con la tranquilidad que da confirmar lo consabido, reafirmarse en los principios democráticos de respeto y de confrontación de ideas; ideas, señor Núñez Feijóo, no denuncias de lo obvio ni proclamas quejumbrosas. No hay que sorprenderse de que “el Gobierno va a crear una gran empresa pública de vivienda capaz de construir y de gestionar vivienda desde la Administración General del Estado”, sino destacar la falta de originalidad: ya lo hizo Franco con el mismo autoritarismo, si bien, en su caso, con ánimo de cumplirlo y con resultados palpables. Es inaceptable la sorpresa, señor Núñez Feijóo, cuando el señor Santos Cerdán se queja del acoso de la judicatura, de la “cacería humana en sede judicial”; pero, ¿qué esperaban?, ¿un alumbramiento democrático del señor Cerdán o de alguno de los palmeros eternamente agradecidos al señor Sánchez?, ¿creen que sus pusilánimes denuncias los redimirán para que puedan pactar con el PP?
Señor Núñez Feijóo, ni Santo Tomás dudó tanto. Los que nos gobiernan están resueltos a poner “de moda el optimismo”, pero por “bulerías”, “alegrías” y “monterías”, es decir, mintiendo; a rebatir sus planteamientos, “sus ataques”, con “una nueva política progresista aprobada en el Boletín Oficial del Estado”, a saber, con perjuicio para la convivencia y la nación o, en el mejor de los casos, con una ración más de palabrería intrascendente; a no olvidar a los valencianos y valencianas mientras dé rédito, porque hay “algo muy claro y rotundo: no os vamos a olvidar, vamos a estar en Valencia el tiempo que haga falta con los recursos que hagan falta hasta que la recuperación sea una realidad”, la recuperación del poder, se entiende; si es la otra, no sé a qué tanta cicatería. En definitiva, sus oponentes políticos están dispuestos a aprovechar sus vacilaciones y sus titubeos, así como la ineptitud, la laxitud y la incompetencia de algunos de los que, incomprensiblemente, le siguen rodeando para defenestrarlo y, tras usted, y esto es lo esencial, para acabar definitivamente con el respeto democrático por el adversario y por el discrepante.
Hay que asumirlo, señor Núñez Feijóo, lo fallido es la mayoría del pueblo español, ese pueblo que inopinada, acrítica o interesadamente vota PSOE o a los satélites con los que este conforma una amalgama de poder deforme y dañina, pero codiciosa y egoístamente efectiva. Y a ese pueblo “analfalbetizado” con tanto esfuerzo de años, con tantas reformas educativas tolerantes y complacientes con la transversalidad de la nada y la didáctica de lo que se ignora, envilecido con tanta memoria dogmática y tantas soflamas falaces en sustitución del pensamiento argumental, racional, es a quien ha de dirigir —sin flojera ni decaimiento, desterrando de una vez el dontancredismo— sus discursos, no sus lamentos, sino sus ideas, sus propuestas, sus reflexiones, sus demostraciones, para despertar en ellos, tras años de hipnosis “zapatosanchista”, el recuerdo de la libertad sin ira perdida.
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