Con Aspasia de Mileto estamos ante una de esas figuras a la vez enigmáticas y fascinantes que cruzan los siglos entre sombras y luces. Esta mujer extraordinaria, nacida alrededor del año 470 a.C. en la próspera ciudad jonia de Mileto, tenía un talento y una influencia que la elevaron a una posición poco común en la brillante, aunque ferozmente misógina, Atenas de Pericles.
Fue maestra de retórica y logógrafa, siendo los logógrafos los historiadores y cronistas griegos anteriores a Heródoto. Tuvo gran influencia en la vida cultural y política en Atenas y destacó especialmente en ginecología, descubriendo cómo prevenir y detectar los embarazos de riesgo, casos para los que creó remedios naturales para el posparto.
Hija de Axíoco fue una mujer famosa, también por haber estado unida al político ateniense Pericles desde los años aproximadamente 450-445 a. C. y hasta la muerte de Pericles en el año 429 a. C. Pericles era importante por ser general, jurista, magistrado, político y orador en la edad de oro de Atenas, sobre todo en el periodo que va entre las guerras médicas y las del Peloponeso. El padre de Pericles fue Jantipo, el artífice de la victoria sobre los persas en la Batalla de Micala en el 479 a. C.; e hijo también de Agaristé, que era sobrina del legislador ateniense Clístenes, miembro de los Alcmeónidas, poderosa familia aristocrática. Pericles fue un estratega principal en Grecia, al que llamaron El Olímpico, por su potente voz y su oratoria.
Aspasia era una maestra de la palabra, conocida por su destreza en la retórica y sus artes de logógrafa, no era precisamente una dama que encajara en el perfil de mujer sumisa o confinada al hogar. Al contrario, ejercía su libertad de un modo casi subversivo en una sociedad que prefería a sus mujeres mudas, sumisas, domésticas.
Llegó a Atenas como extranjera y, lejos de apagarse entre los rígidos muros que restringían a las mujeres atenienses, encendió un fuego intelectual y político que la colocó en el centro de la vida pública.
Pronto fue conocida como la compañera de Pericles, el hombre fuerte de la democracia ateniense, quien, enamorado de su mente y de su conversación, la mantuvo a su lado hasta su muerte. Este vínculo, aunque sólido, fue blanco de una vil burla pública y una crítica mordaz; para sus enemigos, ella era la hetera intrigante, la cortesana peligrosa que manejaba al estratego como un titiritero. Hetera era el nombre en la antigua Grecia una clase de mujeres libres que generalmente desempeñaban funciones de acompañante, artista, contertulia, prostituta.
La leyenda la rodea. Según ciertos historiadores, Aspasia pudo haber dirigido un burdel, aunque este dato se toma contemporáneamente con muchas reservas, pues en gran medida proviene de las plumas satíricas de autores como Aristófanes, que gustaban de ridiculizar a Pericles y de asociar a Aspasia con las cortesanas.
En este ambiente hostil, no solo se la acusó de incitar la Guerra de Samos en favor de su ciudad natal, Mileto, sino incluso de ser la chispa que desató la Guerra del Peloponeso. Aristófanes, implacable en su comedia Los Acarnienses, llegó a afirmar que toda Grecia se había incendiado por "tres prostitutas", incluida Aspasia. Estos ataques personales, tan infundados como mordaces, la convirtieron en una figura aún más odiada por los enemigos de Pericles.
Pero su legado intelectual es tan perdurable como controvertido. Se la recuerda como la mujer capaz de mantener la atención del propio Sócrates, que la frecuentaba con otros pensadores de la época, acompañados de sus esposas, para escuchar sus ideas.
Su casa era un salón de ideas y debates, un oasis de libertad en el corazón de una ciudad donde las mujeres apenas podían opinar. Allí, entre discusiones y teorías, Aspasia perfeccionaba su arte de la palabra, aquella misma destreza que el mismo Platón parecía alabar irónicamente en el Menexeno, atribuyéndole la autoría del famoso discurso fúnebre de Pericles.
Aspasia no fue una sombra de ningún hombre; antes bien, su vida en Atenas parece un desafío lanzado a las convenciones y a la rígida moral ateniense. Tras la muerte de Pericles, se la vinculó con Lisicles, un general ateniense, jefe de la facción democrática de la ciudad que posiblemente gozó de la amistad de Pericles. Fue comerciante y político con quien, según los cronistas, vivió y hasta se moldeó en el arte de la política, Lisicles murió poco después en combate, pero antes había tenido con ella un hijo, Poristes, que habría nacido en el 428 o 427 a.C.
El destino de Aspasia, como todo en su vida, permanece en una nebulosa de historia y leyenda, pero es probable que haya fallecido antes del 400 a.C., dejando tras de sí una huella inusual para una mujer de su tiempo. Habría nacido en Mileto, en la actual Turquía y de su familia se conoce muy poco, habiendo sido su padre Axíoco. La familia tuvo que ser adinerada a juzgar por la educación y cultura de Aspasia. Una parte de la historiografía considera que su padre habría sido un prisionero de guerra de Caria (Turquía) que acabaría convertido en esclavo, aunque estos extremos no están confirmados plenamente y otra parte de la historiografía los tiene por falsos.
La razón por la cual Aspasia se trasladó a Atenas sigue siendo incierta. Sin embargo, el hallazgo de una tumba del siglo IV a. C. con una inscripción que menciona los nombres de Axíoco y Aspasia ha motivado al historiador Peter Bicknell a desarrollar una hipótesis sobre los vínculos familiares de Aspasia y sus posibles conexiones con Atenas. Según su teoría, Aspasia estaría relacionada con Alcibíades II del demo de Escambónhidas, quien fue desterrado por la Asamblea ateniense en el año 460 a. C. Bicknell sugiere que, durante su exilio, Alcibíades pudo haber residido en Mileto, donde habría contraído matrimonio con la hija de un tal Axíoco, regresando luego a Atenas con su esposa y su cuñada, Aspasia. Como evidencia de esta relación, Bicknell señala que el primer hijo de la pareja recibió el nombre de Axíoco (en honor al tío del célebre Alcibíades), mientras que el segundo fue llamado Aspasios. Además, Bicknell sostiene que el vínculo entre Pericles y Aspasia pudo haber surgido a través de la familia de Alcibíades.
Figura de controversia y erudición, de libertad y escándalo, Aspasia, la milesia, sigue siendo un misterio, un símbolo de la feminidad incontenible en la Grecia clásica. Entre odios y admiraciones, entre ataques y respetos, logró escribir su nombre en la historia no por su belleza, sino por su inteligencia y su habilidad para mover los hilos en un mundo de hombres. Su sombra ha seguido a la Atenas gloriosa como una eterna evocación de que, incluso en las sociedades más cerradas, siempre habrá quienes se atrevan a cruzar el umbral de lo permitido.
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