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Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquesa de Châtelet, viene al mundo en el París de 1706, en pleno esplendor de la Francia absolutista. Hija del barón Louis Nicolas Le Tonnelier, hombre culto y hábil en las intrigas de palacio; y de Gabrielle-Anne de Froulay, dama discreta de alta cuna. Desde niña demostró que las reglas del juego social y los corsés de la época no iban con ella.
Había nacido un 25 de febrero de 1670 en Panitzsch, en el corazón sajón, donde el firmamento se extendía cada noche como un libro abierto para los ojos atentos. María Margarethe Winckelmann venía al mundo en una Alemania que consideraba a las mujeres como figuras decorativas del hogar, más útiles para bordar que para pensar.
Margaret Cavendish, Duquesa de Newcastle (1623-1673), fue mucho más que una aristócrata inglesa en un mundo dominado por hombres. Se erigió como filósofa, poeta, científica, escritora de ficción y dramaturga, con este bagaje estaba desafiando los moldes de su tiempo con una obra prolífica y profundamente innovadora.
Marie-Anne Pierrette Paulze, conocida en los anales de la historia como Marie Lavoisier, emerge no solo como la compañera de uno de los mayores genios de la química moderna, Antoine De Lavoisier, sino también como una figura insigne que forjó su propio camino en el arduo universo de la ciencia.
Si alguna vez hubo una figura capaz de encarnar el espíritu de la alquimia en sus orígenes más oscuros y fascinantes, esa fue María la Judía. Enigmática y pionera, vivió entre los siglos I y III d.C., en la cosmopolita Alejandría, el epicentro intelectual de su tiempo. De ella se sabe poco con certeza, pero lo que ha trascendido a través de los siglos la sitúa como la “fundadora de la alquimia”.
Aesara de Lucania, mujer de espíritu y letras, habitó en los albores de los siglos IV o III a. C., en una época en que las palabras de las mujeres apenas hallaban eco en el tumulto del mundo. Filósofa pitagórica, su nombre ha llegado hasta nosotros apenas sostenido por un fragmento de su obra "Sobre la naturaleza humana", rescatado por el doxógrafo Estobeo. Hay quien argumenta que el fragmento es una falsificación neopitagórica de época romana.
Damo, era hija de Pitágoras y Téano, matemática y filósofa, de ella no se conoce mucho, pero no es una sombra cualquiera entre los nombres de la filosofía antigua y las matemáticas. Nacida en la ciudad de Crotona en el siglo VI a.C., parece haberse aferrado al rigor de las enseñanzas pitagóricas como quien guarda un secreto vital entre sus labios sellados.
Con Aspasia de Mileto estamos ante una de esas figuras a la vez enigmáticas y fascinantes que cruzan los siglos entre sombras y luces. Esta mujer extraordinaria, nacida alrededor del año 470 a.C. en la próspera ciudad jonia de Mileto, tenía un talento y una influencia que la elevaron a una posición poco común en la brillante, aunque ferozmente misógina, Atenas de Pericles.
Matilde Padrón es un nombre y apellidos que significan perseverancia y tenacidad. Fue una de esas mujeres que, sin aspavientos y casi en silencio, abrió las puertas de la ciencia a las mujeres en un tiempo en que esa palabra, "ciencia", era un bastión cerrado para las mujeres. Rompió moldes sin hacer ruido, con la sola fuerza de su inteligencia y su empeño.
Irène Joliot-Curie nació el 12 de septiembre de 1897 en París, en el seno de una familia que se movía entre el reconocimiento y la presión, ya que era hija de la célebre Marie Curie, doble galardonada con el Nobel, y de Pierre Curie, otro laureado en la misma disciplina. Irène creció en un entorno donde la inteligencia y la genialidad parecían ser requisitos de nacimiento.
Mary Fairfax Greig Somerville, más conocida como Mary Somerville, nació el 26 de diciembre de 1780 y dejó su huella en la historia como una científica y escritora escocesa de gran renombre. Fue autodidacta en toda la extensión de la palabra y se sumergió en el estudio de las matemáticas y la astronomía, alcanzando un notable reconocimiento cuando, en 1835, fue elegida, junto a Caroline Herschel, como una de las primeras mujeres miembros honorarias de la Royal Astronomical Society.
Ada Augusta Byron King, hija del célebre poeta Lord Byron, es reconocida como la primera programadora en la historia de la informática. Vino al mundo un 10 de diciembre de 1815, en Londres y apenas contaba un par de meses cuando sus padres, Annabella Milbanke y el célebre poeta Lord Byron, rompieron toda relación. Annabella logró quedarse con la custodia de Ada, un logro inusual en una Inglaterra que otorgaba primacía legal al padre.
Maria Salomea Sklodowska, aquella mujer tenaz y de voluntad férrea que el mundo conocería como Marie Curie, nació en una Polonia pisoteada por el dominio ruso, una Varsovia que respiraba represión y, pese a ello, mantenía viva su identidad nacional a través de quienes, como ella, se negaban a abandonar sus raíces.
Mary Somerville, matemática y científica escocesa de espíritu indomable, navegó la ciencia en una época en que ser mujer significaba estar limitada, desde el acceso a las universidades hasta la exclusión de las sociedades científicas. Sin embargo, con paciencia y la convicción de quien vive por el saber, Somerville abrió su propio camino.
Ellen Henrietta Swallow Richards, nacida el 3 de diciembre de 1842 en Dunstable, Massachusetts, fue una mujer adelantada a su época. Destacó como química, ecóloga y ferviente defensora de la educación para mujeres en ciencias, en un momento en que la ciencia parecía reservada exclusivamente para los hombres.
Emily Blackwell, nacida en 1826 en Bristol, Inglaterra, fue una de las pioneras de la medicina en el siglo XIX y una ferviente defensora de los derechos de las mujeres en Estados Unidos. Aunque su camino estuvo lleno de obstáculos y prejuicios, Emily logró convertirse en la segunda mujer en obtener un título médico en la Western Reserve, después de Nancy Talbot Clark. Su labor fue fundamental en la creación y consolidación de instituciones médicas y educativas.
Alessandra nació en San Giovanni in Persiceto, en la región de Emilia-Romaña, Italia, una comunidad que hoy tiene unos 26.000 habitantes en la provincia de Bolonia; y murió a los 19 años, posiblemente debido a una infección séptica. Se disfrazaba de hombre para evitar la mirada de los curiosos e intrigantes. Fue la primera mujer en ser registrada en documentos históricos como patóloga y anatomista.
La historia de la medicina ha sido testigo de un camino árido y pedregoso para la mujer que quiso empuñar el bisturí. Ahí estaban las murallas de la costumbre, erigidas por la sociedad y apuntaladas por los hombres, los señores de lo permitido y lo prohibido. Sin embargo, hubo épocas en que las mujeres supieron hacerse un hueco, escabulléndose como sombras.
La revolución científica despertó la inquietud por analizar la naturaleza y el universo en hombres y mujeres. Pero mientras ellos tenían acceso a las nuevas sociedades científicas, entraban con facilidad en las Universidades y tenían al alcance de su mano todo el conocimiento, ellas tuvieron un arduo y duro camino para demostrar que sus capacidades intelectuales podían estar a la altura si se les daban las mismas oportunidades.
Dar a conocer la labor que realizan nuestros investigadores, poner en valor la importancia del conocimiento de la botánica para nuestro bienestar, acercar las metas que persiguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible y facilitar la implicación social en alcanzar dichos fines son las cuatro finalidades que se ha marcado el Real Jardín Botánico-CSIC para esta XV edición de ‘La Noche Europea de los Investigadores e Investigadoras de Madrid’.
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