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Mujeres en la Ciencia: ​Mary Fairfax Greig Somerville

Nació el 26 de diciembre de 1780 y dejó su huella en la historia como una científica y escritora escocesa de gran renombre
María del Carmen Calderón Berrocal
sábado, 16 de noviembre de 2024, 10:29 h (CET)

Mary fairfax


Retrato de Mary Fairfax, por Thomas Phillips


Mary Fairfax Greig Somerville, más conocida como Mary Somerville, nació el 26 de diciembre de 1780 y dejó su huella en la historia como una científica y escritora escocesa de gran renombre.


Fue autodidacta en toda la extensión de la palabra y se sumergió en el estudio de las matemáticas y la astronomía, alcanzando un notable reconocimiento cuando, en 1835, fue elegida, junto a Caroline Herschel, como una de las primeras mujeres miembros honorarias de la Royal Astronomical Society.


Su espíritu luchador se evidenció cuando, al unirse a la causa del sufragio femenino, fue la primera en firmar una petición dirigida al Parlamento para otorgar a las mujeres el derecho al voto, un acto de valentía en un tiempo en que las voces femeninas eran más que a menudo silenciadas.


Al momento de su fallecimiento en 1872, The Morning Post la exaltó en su obituario como "la reina de la ciencia" del siglo XIX, un título que reflejaba no solo su legado, sino la relevancia de su trabajo en un mundo dominado por hombres.


Su legado persiste en el Somerville College de la Universidad de Oxford, institución que lleva su nombre y que se erige como símbolo del liberalismo y la excelencia académica.


Su imagen está en el billete de polímero de 10£ del Royal Bank of Scotland, lanzado en 2017, acompañada de una cita de su obra The Connection of the Physical Sciences.


Nacida en el seno de una familia que contaba con una rica tradición naval, Mary fue la quinta de siete hijos, habiendo tres de ellos fallecido en la infancia. Desde joven, mostró un interés voraz por el conocimiento, desafiando las limitaciones impuestas a las mujeres de su tiempo. A pesar de que su educación formal estaba destinada a las tareas del hogar, un tío la alentó a estudiar latín, lo que la llevó a explorar nuevas áreas de conocimiento.


A la edad de trece años, la familia se trasladó a Edimburgo, donde Mary continuó su educación en artes y ciencias. Fue su profesor de pintura quien la introdujo en el mundo de las matemáticas, despertando en ella una pasión que pronto dominaría su vida. A partir de ese momento, se dedicó con fervor al estudio del álgebra, desafiando las expectativas sociales que exigían a las mujeres centrarse en encontrar un buen marido.


En 1804, contrajo matrimonio con Samuel Greig, un oficial naval que nunca comprendió del todo sus aspiraciones. Tres años después de quedar regresó a Escocia, donde se sumergió en el mundo de las matemáticas y la ciencia, trabajando en colaboración con el matemático William Wallace y ganando reconocimientos por sus logros.


Su segundo matrimonio, en 1812, con William Somerville, le permitió finalmente tener el apoyo necesario para perseguir sus intereses científicos. Juntos, formaron un círculo de amistades con destacados científicos de su época, lo que la llevó a realizar importantes contribuciones en el campo de la astronomía y geología.


Mary no solo tradujo obras fundamentales, como La mecánica celeste de Laplace, sino que también elaboró explicaciones que iluminaban las bases matemáticas detrás de los textos, convirtiéndose en una figura clave en la divulgación del conocimiento científico. A lo largo de su vida, cultivó un amor profundo por el aprendizaje y aunque enfrentó numerosas adversidades, su legado sigue vivo hoy en día, recordándonos la valentía y la tenacidad de quienes, como ella, desafiaron las convenciones para dejar su huella en la historia.


Entre 1832 y 1833, Mary Somerville se estableció en París, un tiempo que utilizó para forjar lazos con la comunidad científica francesa y para dedicar su ingenio a la escritura de The Connection of the Physical Sciences (La conexión de las ciencias físicas), que vio la luz en 1834. En esta obra, su meticuloso análisis de las perturbaciones en la órbita de Urano se convertiría en la base de la investigación que, años más tarde, llevaría al astrónomo John Couch Adams a descubrir Neptuno en 1846.


En su vida personal, Mary compartía su hogar con Lady Byron y su hija, Ada Lovelace, a quien no solo admiraba, sino que también guiaba en sus primeras incursiones en el mundo de las matemáticas, asumiendo el papel de mentora en un ámbito que aún le era hostil a las mujeres.


Sin embargo, en 1838, la salud de su esposo, William Somerville, se deterioró, lo que obligó a la pareja a buscar un clima más benigno en el sur de Italia. En ese rincón del mundo, donde el sol abrazaba el paisaje, Mary vivió hasta 1860, año en que su esposo falleció. Durante esos 34 años en la península, continuó su labor intelectual, publicando obras matemáticas que influirían en las teorías de figuras como James Clerk Maxwell. Su Geografía física, publicada en 1848, sería un tratado que perduraría en el tiempo, reverberando hasta bien entrado el siglo XX.


Mary Somerville no solo fue una pionera en un ámbito reservado casi exclusivamente para los hombres, sino que se destacó por su fervoroso estudio de las matemáticas y su dedicación a los avances científicos en una época que relegaba a las mujeres al rol de esposas y madres.


Su pasión por la astronomía y su prolífica producción de ensayos la catapultaron a la fama, gracias a un estilo riguroso y accesible que cautivaba a sus lectores. En 1835, fue admitida como miembro de la Royal Astronomical Society, convirtiéndose en una de las pocas mujeres en alcanzar tal distinción, a la par de Caroline Herschel.


También se le reconoció como miembro honorario de la Société de Physique et d'Histoire Naturelle de Genève en 1834 y se integró a la Real Academia de Irlanda. En 1857, su labor fue apreciada por la Sociedad Estadounidense de Geografía y Estadística, y en 1870 se unió a la Sociedad Geográfica Italiana, siendo galardonada con la Medalla de Oro de la Royal Geographical Society en 1869.


Dejó un legado de sabiduría que no se extinguió con sus años. Aun cuando la memoria de los eventos cotidianos comenzaba a desvanecerse, su agudeza para las matemáticas y la ciencia permanecía intacta. Dijo una vez a sus 92 años: "Aún puedo leer libros de álgebra superior durante horas y resolver problemas".


Mary Somerville falleció en Nápoles en 1872, pero su memoria fue honrada en 1879 con la creación del Somerville College de la Universidad de Oxford, un legado que continúa vibrando en el presente.


Recientemente, en 2023, se ha publicado Los algoritmos sí tienen madre, un volumen que recoge la primera versión en español de sus memorias, editadas por su hija, Martha Somerville, en 1874 y traducidas por la profesora Trinidad Guzmán González, quien ha logrado llevar su historia a nuevas generaciones, recordando que detrás de cada algoritmo, como de cada avance, hay una mente brillante que desafió las normas de su tiempo.

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