Hoy he gozado de una sobremesa prodigiosa; por razones que a poco que me conozcan algunos, saben que un servidor y su costilla, la “pastora”, almorzamos todos los días fuera de casa a excepción de los domingos que damos cuenta de un pálido pollo que, por razones de un fuego permanente, se convierte en comestible a no ser que usted recuerde su primitivo color.
La dispersión de amigos producida por el cierre de la parroquia del Gran Vía ha traído consigo una travesía del desierto de la cotidianidad con el camello sobre los hombros; imposible, pues, poder transmitir la diáspora producida entre los habituales parroquianos.
Hoy hemos almorzado en La Viga, bar-restaurante que al asequible precio de 7,50 euros te ofrece un variado menú casero; por ejemplo, hoy he engullido una ensaladilla rusa, puntillitas con patatas fritas y melón de postre, todo ello con regado con una cerveza; ella, ya saben, no se encuentra como yo desearía, de manera que ha pedido otras menudencias que no vienen al caso relatar.
He aquí que mira por donde, cosas del destino, ha aparecido un feligrés de los buenos, de nombre Ignacio, escritor, columnista, profesor y, ¡oh Dios!, amigo de los de verdad, o sea, de la gran y excelsa minoría que gusta hablar, compartir y, todo ello, sin prisa alguna.
Lógicamente le invité a compartir con nosotros mesa, mantel y amistad: y aceptó; Ignacio jamás falla en el culto a la profesión de amigos. La Viga está muy cerca de casa, quiero decir que “la pastora”, que anda algo estropeada, marchó a casa y nos quedamos Ignacio y un servidor compartiendo palabras y güisquis.
Por si me olvido de ello, les confieso que por edad podría ser su padre, y por amistad algo así como mi hermano menor; dicho lo anterior, tela importante, les diré que toda la conversación sostenida entre ambos ha versado alrededor de la Axiología, ya saben, el sistema de valores que se encarga actualmente en que dejemos de ser lo que somos, o sea, amigos que gustan y degustan de la amistad ante un vidrio con líquido color oro.
Y se acabó el presente COPO; sé que a ustedes esto les puede parecer una nimiedad, pero les aseguro que hemos conseguido hablar de lo que nos une, sin nombrar una sola vez a Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera; vamos, una victoria de la verdad sobre tanta hipocresía disfrazada.
Buenas tardes.
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