Transitamos por diciembre, el mes más acogedor, con un día veinticuatro que es dulce y evocador Porque es cuando celebramos, con júbilo y devoción, el hecho más trascendente vivido tras la Creación.
Nada más y nada menos, que Jesús, el Redentor, hace más de dos mil años de una Virgen nos nació.
Lo hizo en Belén de Judá, unas pajas por colchón, y el más humilde aposento para el Rey de la Creación.
Que vino para entregarnos, su Divino Corazón, y a mostrarnos el camino para alcanzar el perdón.
En forma de Pan y Vino, con nosotros se quedó, en la Santa Eucaristía la gran Fuente del Amor.
Y nos regaló a Su Madre, predestinada por Dios, a ampararnos desde el Cielo tras su Gloriosa Asunción.
Es confortante saber, cómo el infinito Amor, de Jesús el Rey de Reyes a todos nos redimió.
Celebremos Su venida, y abramos el corazón, para cobijar al Niño que nos brinda Paz y Amor.
¡Y oremos para que el mundo, encuentre su salvación, en eterna Navidad con Jesús hijo de Dios!
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