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Niños indefensos

Ante el caso de una agresión a una niña pequeña, las autoridades, han salido a hacer una defensa numantina de los profesores negligentes y han comenzado a poner en duda la versión de la familia de la víctima
Iria Bouzas Álvarez
jueves, 13 de octubre de 2016, 00:21 h (CET)
Una niña de ocho años de Palma recibió hace unos días, por parte de unos compañeros de colegio, una paliza tan brutal que se le desprendió el hígado.

No voy a entrar en la actitud del resto de niños. Los niños son espejos que reflejan lo que sucede en el mundo de los adultos. La sociedad que hemos hecho para ellos es una auténtica mierda, con todas las letras.

Una verdadera y auténtica mierda.

Los que, se supone, que somos los adultos damos, en términos generales, bastante pena con nuestros comportamientos y actitudes.

No hace falta más que entrar en cualquier red social para darse cuenta de todo esto. Adultos ególatras adoptando actitudes totalmente adolescentes.

Como liberal creo que cada cual está en su derecho de hacer con su vida lo que quiera, pero cuando un adulto tiene bajo su responsabilidad el cuidado de un menor lo mínimo que se le pide es que garantice la protección del mismo.

Me llama la atención y me repugna sobremanera el corporativismo en cualquier profesión, pero en el caso de los maestros y más concretamente, en este caso, mucho más.

Cuando un padre manda a su hijo al colegio lo deja al cargo de los adultos del mismo, en este caso los profesores y personal del centro

Aquí no valen las quejas, los lamentos y los lloriqueos habituales del gremio docente. El bienestar y la seguridad de la pequeña a la que dieron la paliza estaba encomendada al cuidado de los adultos de ese colegio, y estos han sido indolentes en grado máximo.

La respuesta de las autoridades educativas tendría que haber sido el expedientar inmediatamente a las personas responsables del cuidado de los niños. A estas alturas tenían que estar profesionalmente, ya en su casa.

En cambio la respuesta que tenemos de estas supuestas autoridades, es la más repugnante que se puede dar ante un caso de una agresión a una niña pequeña, han salido a hacer una defensa numantina de los profesores negligentes y han comenzado a poner en duda la versión de la familia de la víctima.

No me puedo imaginar el momento en el que una madre descuelga un teléfono para que le digan que su hija, a la que cree en el colegio sana y salva, está en un hospital con medio cuerpo destrozado.

Pero si me puedo imaginar la frustración que siente cuando en el momento que pide responsabilidades se encuentra con una respuesta tan indigna como la que ha obtenido.

Si de mi dependiese tengo claro que antes de finalizar esta semana estarían en la calle absolutamente todas las personas que han cometido este atropello, desde el ministro Fernández Díaz hacia abajo hasta llegar a los profesores que tenían que haber estado allí, protegiendo a todos los niños.

Todos a sus casas y a ejercer una nueva profesión lejos de cualquier menor que necesite cuidado. Mención especial quiero hacer de los padres de los niños que han cometido semejante aberración.

Conozco casos de acoso escolar y la respuesta de los padres de los niños acosadores suele ser casi más aberrante que la actitud de los hijos. Ciertas conductas, normalmente, no se producen por generación espontánea.

Vivimos en una sociedad agresiva, exhibicionista, hedonista e infantilizada. Los niños tienen pocas opciones para no adquirir lo peor de sus mayores, los niños son esponjas y lo que les estamos dejando absorber es terrible.

Pero no puede ser que hayamos llegado al límite del todo vale y de dejar tiradas a las víctimas frente a los agresores.

Yo, al menos, ¡me niego!

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