El Festival de Sitges es, sobre todo, un festival de largometrajes, pero en todas las ediciones abre las puertas y genera un debate en torno al cortometraje. Tanto al que surge de las escuelas de cine, poniendo especial atención en la ESCAC barcelonesa, como al que llega desde diversos lugares del mundo, cargado de nuevas ideas o de sólidas maneras, que perfilan a sus directores y directoras como el potencial relevo artístico por venir.
Uno de esos cortometrajes es Una mujer en el bosque, dirigido por el argentino César Sodero, que estos días presenta su trabajo en el festival.
El trabajo aborda la relación de una pareja formada por un hombre (un humano) y su mujer (una robot), a quienes conocemos embarcados en una delirante incomunicación marcada por el desasosiego. Realizado con sobriedad y lirismo, Una mujer en el bosque plantea a través de gestos y pequeños detalles la batalla entre retener y dejar ir en el seno de la pareja. De esa lucha, de oponer a quien no acepta soltar con quien no desea permanecer, emerge una tristeza adherida a cada imagen, aflicción que, pronto nos damos cuenta, los personajes han reconvertido en su personal enajenación, obligándoles a tomar una decisión urgente sobre su futuro.
Cómo surgió la idea de Una mujer en el bosque?
Surgió hace bastante. Como me suele ocurrir, se me apareció una imagen. Una mujer en el bosque, imaginé. De ahí armé el resto. Pero nada intelectual, siempre más intuitivo.
El cortometraje es una reflexión sobre las relaciones de pareja en clave de cine fantástico intimista. ¿Por qué elegiste contarlo de esta manera? ¿Cuál es tu relación con el cine fantástico?
Hace poco hice una entrevista y me preguntaron lo mismo. Pero me cuesta reflexionar sobre eso. Muchas veces pienso historias donde lo fantástico está presente. Me gusta ampliar el sentido de la realidad. Me parece que el fantástico exagera situaciones, las hace más palpables, las evidencia
de una manera única y eso me gusta. Nos sorprende y nos permite pensar y sentir de otra manera. Me gustan las preguntas que genera el fantástico.
No sé si me gusta tanto el género en sí pero sí los problemas que me genera. O sea, no soy fan del género en sí mismo.
Pero te parece una buena herramienta.
Sí, me encanta. Me gusta como disparador para hablar de otras cosas.
Hablando más en detalle, sorprende al ver Una mujer en el bosque la calidad de los efectos, su buena integración en la imagen, en una propuesta de este tipo, autoral. Le dan una verosimilitud a la acción que resulta fundamental. ¿Cómo trabajaste este tema?
El tema de los efectos era algo muy importante a lo que le tenía un poco de miedo porque, si no quedaban bien, la historia se caía. Partí de la idea de que los efectos tenían que ser algo muy acotado, como muy integrado al físico del personaje. Por suerte trabajé con una productora de acá (argentina) que son muy buenos haciendo post. Se entusiasmaron con el proyecto y tuvieron piedad con el presupuesto. Además, volviendo a lo que te dije recién,
no quería que los efectos empañaran la historia, o sea, no quería que ocuparan mucho espacio, solo lo necesario, porque me parecía que lo importante era el vínculo entre ellos.
En cuanto a la realización, impera una realización bastante austera y con economía de recursos. Sin embargo, la secuencia de la cena, está planteada a cámara lenta y con gran presencia de la música. ¿Por qué decidiste plantearla así?
En realidad esa secuencia tenía dos escenas. La que quedó, y otra que filmamos, que no usé. En la que quedó afuera del montaje se hablaba mucho
y cuando monté el corto me di cuenta que el cumpleaños se podía contar sin palabras, que todo el resto era redundante, que las miradas eran suficiente
para contar lo que sentían.
Por último, ¿en qué proyectos te encuentras inmerso ahora, cuando Una mujer en el bosque va a estrenarse en el Festival de Sitges?
Ahora estoy presentando un guión de largometraje al INCAA, una película que en principio se llama Emilia. Es para filmar en un pueblo de la Patagonia. También estoy terminando un tratamiento de Una mujer en el bosque (versión largo) para presentar en Ventana Sur, acá en Argentina. Y estoy adaptando unos cuentos que escribí con un director argentino que vive en Madrid para hacer una película española, en la que sería guionista.
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